La oposición en Puebla, que esencialmente es el PRI y el PAN, está en su peor crisis de toda su historia. Como nunca se había visto, carece de gobiernos relevantes, no tiene recursos económicos para sostener sus estructuras de directivos y la fuerza política en el poder, es decir la 4T, no la necesita para aprobar reformas legislativas. En los últimos tres meses y 11 días, ha vivido un periodo de múltiples fracasos: perdió abrumadoramente los comicios, quedó relegada en el Congreso local y de la Unión, la han derrotados en los tribunales electorales y ahora la reforma judicial la hunde en la depresión.
Un célebre exdirigente panista ayer le decía a este columnista: “La oposición es como un cuerpo que se cayó de una gran altura y se quebró todos los huesos… antes nos fracturábamos solo una pierna o un brazo que después sanaba. Ahora sí estamos graves”.
Esa condición se vio en la aprobación del Congreso local de la reforma judicial. La oposición se borró literalmente. Fuera de dos discursos soporíferos de los legisladores albiazules, José Miguel Espinosa de los Monteros y Guadalupe Leal, ni el PRI ni el PAN pudieron armar la más mínima protesta y exponer su objeción.
Y lo peor todavía no llega para el Prian, pues su crisis todavía se puede profundizar más.
El Comité Directivo Estatal (CDE) del PRI, encabezado por el senador Néstor Camarillo Medina, depende totalmente del liderazgo nacional de Alejandro Moreno Cárdenas, alias Alito, que el martes recibió un primer fallo del INE en el cual establece que es ilegal la reforma estatutaria que le permitió al ex gobernador de Campeche reelegirse como dirigente del tricolor.
Dicho fallo se deriva de un recurso que presentaron cinco expresidentes nacionales del PRI, entre ellos Dulce María Sauri, Pedro Joaquín Coldwell y Enrique Ochoa, que están exigiendo que se desconozca a Alito como dirigente del tricolor y se convoquen a elecciones internas.
Si cae Alito, será muy complicado que se puede sostener el CDE de Puebla, que es un cuerpo partidista totalmente identificado con Moreno Cárdenas.
El problema más dramático para el tricolor, tanto a nivel nacional como en Puebla, es que no se perciben figuras relevantes que puedan asumir el liderazgo del PRI. La mayoría de los cuadros valiosos del partido migraron a la 4T o están expulsados del tricolor.
En caso de que Alito logre mantenerse al frente del partido, la situación será peor. El PRI tiene tatuado en la frente la palabra “corrupción”. Y Moreno Cárdenas se ha convertido en el signo de la degradación del tricolor por todos sus escándalos de enriquecimiento inexplicable, por ser tramposo y autoritario.
La crisis en el PAN podría ser peor a lo que ya se vive en el partido de la derecha, si Eduardo Rivera Pérez no entiende que el peor daño que le puede hacer al blanquiazul es obsesionarse con seguir controlado a esta fuerza política.
Nadie duda que, desde 2020, Eduardo Rivera logró construir un importante liderazgo, sobre todo cuando recuperó la alcaldía de la capital un año más tarde.
El problema es que al haber perdido la pasada elección de gobernador por más de 850 mil votos y ser superado por Alejandro Armenta Mier, el aspirante triunfador de a 4T, por más de 26 puntos de diferencia, se derribó su autoridad en el PAN como “un castillo de naipes”.
Rivera se montó en una actitud llena de soberbia y no escuchó todas las observaciones, las advertencias, que le hicieron acerca de que no caminaba bien su proyecto electoral de este año.
Le dijeron hasta el cansancio que su alianza con el PRI, con Antorcha Campesina y el Partido Pacto Social de Integración le hacía daño al PAN, ya que todas esas fuerzas políticas están identificadas con la corrupción, el autoritarismo y el crimen organizado, respectivamente, y nunca escuchó a nadie, sin importar que los reclamos eran de destacados panistas.
Un ex dirigente histórico del PAN lo conminó a que el albiazul perdiera perdón por los agravios morenovallistas y la respuesta fue que, a ese líder, lo hicieron a un lado en la campaña electoral.
Marko Cortés, el presidente nacional del PAN, desde mediados de 2023 le pidió públicamente que “caminara el estado” si es que quería ganar la gubernatura. Rivera siempre esgrimió todo tipo de argumentos para justificar su desdén a tener contacto con las estructuras territoriales del partido en la mayor parte de la entidad poblana.
Ahora hay una demanda sentida de que el próximo presidente estatal del PAN sea electo por el voto de la militancia. Son las bases panistas que exigen ser tomados en cuenta, luego de que –este año– en el proceso de selección de candidatos a alcaldes, diputados y senadores, los relegaron.
Rivera parece no escuchar. Está recorriendo el estado para que él o alguien de los suyos, se quede al frente del partido para los siguientes tres años. No se da cuenta del fuerte enojo que hay en su contra.