Las miradas miopes no han alcanzado a ver, en su entera dimensión y fuerza, los nombramientos de Alejandro Armenta para la integración de su gabinete; pronto se darán cuenta. Está, en especial, porque ocurrió recién este lunes, el clarísimo mensaje y blindaje que se da a la próxima Secretaría de Educación de Puebla (SEP).
El titular de esa, la secretaría que más presupuesto recibe, aunque la mayor parte es para pagar los sueldos de los docentes, será Manuel Viveros Narciso, un profesor de méritos en aula, de mucho trabajo social en las comunidades y de extracción, profesional y personal, indígena.
Él ha consagrado buena parte de su carrera magisterial a la instrucción en las comunidades originarias, así como su trabajo social y político, arduo, consecuente e intenso.
Entre muchas otras cosas es y ha sido presidente estatal del Movimiento Indígena Popular (MIP) y de la Unidad de Pueblos indígenas (UPI).
Por primera vez en la historia de los gobiernos de Puebla, un profesional emanado de la educación indígena llega a un cargo tan importante; la designación que hizo Alejandro Armenta es de relevante estatura.
En la labor docente nacional, se sabe bien que los maestros indigenistas son quienes más han avanzado en su desarrollo, que son quienes conservan la esencia vocacional de la educación, de regresar a las comunidades y convertirse en mentores.
No es exagerado decir que los maestros, sobre todo los de instrucción indígena, están, en el escalafón comunitario, al mismo nivel de las autoridades políticas y las eclesiásticas. Son mentores sociales.
Pero a pesar de ello, no se les había reconocido en los niveles profesional y administrativo.
En el tema gremial, hay que decirlo con toda claridad, los integrantes de la Educación Indígena (así, con mayúsculas) son quienes menos conflictos han generado históricamente.
Veamos, ¿qué pareciera que está ocurriendo con el nombramiento de Manuel Viveros Narciso como titular de la SEP de Puebla?
El mensaje fuerte, da la impresión, es atajar las presiones y chantajes que pudieran venir de los grupos magisteriales, de los sindicatos y de los poderes fácticos, que sobran alrededor del tema de la educación pública de nuestra entidad.
Están, por ejemplo, los sindicatos nacional y estatal, movimientos como Antorcha Magisterial, los grupos de jubilados y de profesores en activo, los rectores, las asociaciones de padres, de alumnos, los dueños de escuelas privadas, los unos, los otros y los más… una interminable pasarela de intereses que buscan cuotas y prebendas.
Tras el nombramiento de Viveros Narciso salieron más de uno y otra vociferantes, quejándose de su perfil. Exhiben su desconocimiento del tema magisterial y de sus entrañas, y se dejan ver como claros reclamadores de esos grupos de interés y manos aviesas que pretenden una “rebanada del pastel” de la educación en el estado.
En conclusión, a la luz de esas observaciones indispensables, solo podemos suponer que el manotazo de Alejandro Armenta sobre la mesa del tema de la educación es contundente, que premia y reconoce también la lealtad del gremio magisterial indígena y en particular a quien además es un destacado luchador comunitario de los pueblos originarios.
Y, más importante, anuncia que no cederá a chantajes ni presiones y que la educación no será un asunto de reparto de prebendas y posiciones para los grupos de interés, sean quienes sean.
Mientras tanto, que los opinadores de las columnas y las redes sigan con su miopía.
Ha sido permanente los últimos años.