De bulto a sepulturero.
De florero a enterrador.
Un verdadero sinvergüenza, un político inútil donde los haya, Carlos Martínez Amador fue el responsable de colocar el último clavo en el ataúd del otrora partido “de izquierda” en el estado.
El PRD no sólo no alcanzó el porcentaje de 3% para conservar el registro -y por ende su derecho a participar en elecciones y a recibir prerrogativas oficiales-.
También fue una pesada losa, cargada de desprestigio, que tuvieron que cargar sobre sus espaldas todos los candidatos y todas las candidatas de la coalición “Mejor Rumbo para Puebla”: el sol azteca, junto con el PRI, son los partidos más repudiados (incluso odiados) por los mexicanos.
Impuesto en su momento por Rafael Moreno Valle como dirigente -es un decir- del Partido de la Revolución Democrática en el estado, tras arrebatárselo a su eterno dueño, Miguel Barbosa Huerta, y desplazar posteriormente a la tribu de Roxana Luna, con la complicidad de los denominados “Chuchos”, el ex priista Carlos Martínez Amador fue este 2024 de ridículo en ridículo y de fracaso en fracaso.
Para los panistas principalmente, resultó un estorbo.
Un impresentable que, con su eterna cara de what?, restó en lugar de sumar y que estropeó todo lo que se le encomendó.
Ni siquiera fue capaz de alcanzar un porcentaje digno de representantes de casillas, para cuidar los votos.
De estructura electoral, de movilización, de operación política o mediática…, ni sus luces
Conclusión: apenas logró 2.08% de los sufragios y así, en automático, firmó su acta de defunción.
No logró un solo diputado federal o local -ni siquiera por la vía plurinominal- y de las 14 alcaldías que tenía, perdió dos.
Impuso a su hija, Karla Martínez Lechuga, como candidata y obviamente fue arrollada por Morena.
Un desastre en toda regla.
Y ahora, ya ni siquiera el PRD podrá seguir siendo el negocio familiar de la camarilla encabezada por este vividor de la política.
Dejarán de correr los jugosos contratos de obra pública negociados con no pocos presidentes municipales que se quitarán el yugo.
Muchos le darán la espalda al confirmarse que es un bueno para nada.
Carlos Martínez Amador pasará a la historia como el peor líder del sol azteca en Puebla.
Pero también como el más cínico.
Y es que, en medio del apocalipsis, nunca, nunca dejó de cobrar sus 36 mil 561.39 pesos de sueldo mensual.
La nómina mensual del PRD en Puebla incluía a siete personas que en total devengaban 156 mil 371 pesos, es decir, más de 1.8 millones de pesos al año.
Hoy, buen cómico, pésimo político, Carlos Martínez Amador no se cansa de arrancar carcajadas al respetable público que nos acompaña.
Hace unos días salió a decir que “tal vez, tal vez” fue un error ir en alianza con el PAN, el PRI y el PSI.
Una declaración que sólo causó risa.
Sobre todo en personajes como Eduardo Rivera Pérez y Mario Riestra, quienes sobrevaloraron (y en el pecado llevaron la penitencia) a un partido y a un “dirigente” que no sólo fueron un enorme lastre, sino que decididamente contribuyeron a su hundimiento en las urnas.
Hoy el PRD ya no existe y difícilmente resurgirá de sus cenizas.
No al menos teniendo al frente a perfiles como el de Carlos Martínez Amador, una rémora de esas que tanto abundan en la aldea poblana.