En medio de las campañas electorales, donde las promesas y propuestas de los candidatos han llenado el espacio público y la atención de los medios de comunicación, es imperativo cuestionar y evaluar las iniciativas destinadas a proteger a nuestras niñas y niños. Como neuropsicóloga infantil, observo con preocupación cómo las infancias siguen siendo una de las poblaciones más desprotegidas y vulnerables en México. Este país ocupa el primer lugar mundial en abuso sexual infantil y es uno de los líderes en tráfico de personas, afectando mayormente a menores de edad. ¿Qué hacen realmente los candidatos por las infancias? ¿Por qué esta población sigue siendo poco considerada en las agendas políticas? ¿Realmente está en sus planes de gobierno hacer algo por los más desprotegidos?
Una de las prácticas más urgentes a erradicar es el trabajo infantil. Es común ver a menores pidiendo dinero en las calles, y, aunque darles una moneda puede parecer un acto de compasión, en realidad contribuye a una situación de explotación. Al hacerlo, incentivamos a quienes los ponen a trabajar a seguir aprovechándose de su vulnerabilidad. Los niños no deben trabajar; deben estudiar y disfrutar de una infancia plena que les permita desarrollarse adecuadamente. Este es un derecho fundamental que nadie debería robarles.
La violencia y el abuso contra niñas y niños adolescentes son problemas endémicos que no han recibido la atención necesaria. Prácticamente cada semana, casos de violencia, abuso y abandono infantil se hacen virales, mostrando la crudeza de una realidad que muchos prefieren ignorar. La protección de la infancia debería ser una prioridad en las agendas políticas, y es necesario como especialistas, como padres, como ciudadanos, exigir a los candidatos propuestas realistas y efectivas que se enfoquen en la prevención de estas situaciones.
Las promesas ya no son suficientes. Necesitamos acciones concretas que aborden la raíz de estos problemas. La prevención es clave: campañas de concienciación, fortalecimiento del sistema educativo, programas de apoyo familiar y la implementación de políticas que aseguren la protección integral de los menores. Además, es crucial que se mejoren los sistemas de denuncia y seguimiento de casos de abuso y explotación, asegurando que los perpetradores enfrenten consecuencias adecuadas y que las víctimas reciban el apoyo necesario para su recuperación.
Ayudar a las niñas y niños no es una cuestión partidista, sino una necesidad urgente que trasciende cualquier ideología política. Debemos preguntarnos: ¿qué estamos haciendo para proteger a quien tanto nos necesita y que lleva en las manos el futuro de México?
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