El voto no se vende, ni se compra. Es un delito, que atenta contra la democracia en México, y la ley contempla sanciones de comprobarse que una de las partes lo ejerce.
Eso sería lo ideal en un ejercicio democrático para elegir autoridades y representantes populares, como ediles, gobernador, presidente de México, diputados locales y federales, y senadores.
Lamentablemente en cualquier parte del país, la compra y venta de votos es algo tan común, que políticos lo hacen de forma “discrecional”.
Es una vieja práctica en cada proceso electoral. El negocio de los votos se da a través de dinero en efectivo o regalos.
La compra venta tiene varias etapas. Durante la primera fase, en el periodo de campañas, autoridades de cualquier color regalan tinacos, calentadores solares, dinero para construcción, material para construcción, a cambio de la credencial de elector, a fin de favorecer a ciertos candidatos.
La segunda fase se da en los días previos a la jornada electoral, cuando operadores de candidatos ofrecen dinero a sus conocidos o familiares, a fin de elaborar las listas de los “votos amarrados” o negociados.
La última fase es el día de las votaciones y sus cotos varían dependiendo del horario y de cómo van las encuestas de salida de los equipos de campaña.
Precios de los votos en Puebla
Desgraciadamente los periodos electorales son usados para lucrar con las familias más desfavorecidas económicamente.
En este 2024 hay trascendidos de que el precio más caro por un voto es de tres mil pesos.
Versiones señalan que en Cuautlancingo hay políticos azules que le pusieron ese precio al voto a cambio de votar por al menos tres candidatos de un mismo partido o alianza, o por lo menos por un candidato a edil.
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En municipios de la Sierra Nororiental también trasciende que los precios van de los mil 500 a los 2 mil pesos. Mientras que en municipios de la Mixteca oscilan en los 2 mil pesos.
De manera discrecional se ha dicho que, durante una jornada electoral, el voto tiene un precio por la mañana; por la tarde, si la elección está cerrada, aumenta su precio. Pero si uno de los candidatos identifica que va perdiendo, deja de comprar votos en ese momento.
Esto no es nuevo y se suma a la capacidad de movilización, desde los camiones de transporte público hasta los taxis para llevar en grupos a votar a personas de colonia o comunidad.
En el anonimato hay políticos que apuntan a que lo más caro de un proceso electoral, es el día de las votaciones.
Los equipos de campaña deben tener un presupuesto para la movilización, compra de votos, para la comida de los operadores.
¿Hasta cuándo va a seguir esta vieja práctica?