En México, enfrentamos una crisis alarmante: cada día, según Save The Children, siete menores pierden la vida a causa del maltrato infantil. Estas estadísticas son devastadoras y exigen que nos preguntemos qué estamos haciendo para proteger a nuestros niños y adolescentes. La violencia hacia ellos no puede seguir siendo una realidad cotidiana en nuestro país.
Cuando un caso de violencia infantil sale a la luz pública, la reacción es de “horror y condena”. Todos nos indignamos ante la crueldad del agresor y clamamos por justicia. Sin embargo, en nuestro día a día, presenciamos situaciones de maltrato infantil que, lamentablemente, muchas veces preferimos ignorar. Niños en los semáforos pidiendo dinero, los llantos de los hijos de nuestros vecinos cuando son golpeados, o el acoso tan normalizado que sufren algunos alumnos en la escuela y para el cual, muy pocas escuelas cuentan con protocolos reales de prevención. Sabemos que esto ocurre, pero a menudo optamos por voltear la mirada. ¿Qué podemos hacer al respecto? Podemos exigir respeto y protección para sus derechos.
Es fundamental reconocer que el maltrato infantil abarca diversas formas de daño que afectan el sano desarrollo de los menores. Desde la negligencia por ignorancia hasta la violencia física, psicológica, sexual, económica y patrimonial, todas estas son manifestaciones de abuso que no podemos tolerar ni normalizar. La violencia, además, tiende a escalar si no se detiene a tiempo, afectando no solo la vida presente de los niños, sino también su futuro.
La sociedad debe dejar de justificar estas violencias y comenzar a abordarlas como problemas estructurales y de salud pública. Quienes perpetran actos de violencia contra menores reflejan carencias emocionales y educativas. Para proteger a nuestras niñas, niños y adolescentes, debemos garantizar espacios seguros y accesibles a servicios de salud mental y física tanto para adultos como para menores.
Es esencial implementar protocolos efectivos en escuelas y otras instituciones para prevenir, detectar y apoyar casos de violencia infantil. Los recursos económicos deben administrarse de manera eficaz, asegurando la suficiente cobertura y personal capacitado para intervenir adecuadamente.
En un año electoral, es vital que los candidatos prioricen la agenda infantil y adolescente. Construir un México seguro para la infancia y adolescencia debe ser una misión compartida que trascienda las diferencias partidistas. La prevención y reparación del maltrato infantil son tareas urgentes que requieren la atención y el compromiso de todos.
Recordemos que las consecuencias del maltrato infantil son profundas y duraderas, afectando no solo el bienestar presente, sino también el desarrollo futuro de quienes lo sufren. Es momento de actuar con determinación y empatía para detener esta lamentable realidad. ¡Unamos esfuerzos para proteger a nuestras niñas, niños y adolescentes, y construyamos juntos un futuro más seguro y justo para todos!
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