Nadie debería estar en contra de que se haga justicia y se tenga acceso a ésta, de que ese derecho humano ampare a los más pobres, a los más vulnerables, a las niñas y a los niños. Nadie. O casi nadie.
Cualquiera debiera sentir asco de que se trafique con las leyes, que se les manipule y se les acomode en función de las amistades, de las complicidades o del poder económico.
A todos debería indignarnos que la justicia se otorgue como mercancía.
Algo pasa desde hace mucho, pero señaladamente en los últimos meses, con notoriedad que indigna en la última semana, en el Poder Judicial, que preside el ex candidato a diputado federal suplente del Partido Acción Nacional (PAN), Héctor Sánchez Sánchez.
¿Quién puede verlo con seriedad como aspirante a la candidatura al gobierno del estado? No tiene estatura ni para regidor.
El Tribunal Superior de Justicia (TSJ) se ha convertido en una cañería. Este viernes, solamente, nos enteramos de la reclasificación del delito, de violación equiparada a estupro, en agravio de una menor de edad que fue agredida por su padrastro, Ramón N., cuando ella tenía 14 años.
El imputado, de quien la Fiscalía General del Estado (FGE) ha hallado parentesco con un juez de Zacatlán, luego las sustrajo a ella, a la bebé que procrearon y a la media hermana, de ocho años de edad. Por meses la madre no supo de ellas y fue solamente hasta que intervino el gobierno del estado, que la mamá, de nombre Miriam, volvió a verlas tras casi medio año.
Se exhibe un alto nivel de insensibilidad, de sospecha de tráfico de influencias y de presunción de corrupción, pues la misma FGE ha encontrado líneas que hacen suponer que el juez de Zacatlán, emparentado con el presunto violador, pidió un favorcito a su colega juzgador de Huauchinango, de donde son originarias las víctimas, para bajarle el delito.
De ese modo, Ramón N. ya solamente pasará a firmar cada 15 días, cuando pudo haber alcanzado, por el delito original, hasta 40 años de cárcel.
El tema que lleva a la náusea es que el presidente del TSJ, el ex síndico de José Antonio, alias “Tony”, Gali Fayad, haya salido a defender la reclasificación del delito, con un tecnicismo leguleyo de barandilla. ¿En serio, Sánchez Sánchez?
En la revelación de estas y otras andanzas del magistrado de origen albiazul, aún faltará abundar sobre el caso de Siriako Guillén, su socio, compañero de oficina en el Ayuntamiento y también integrante del clan Gali.
Mientras tanto, sin tanta victimización, diré que me he hallado, como nunca en 25 años en este oficio, el intento de coacción, los rabiosos ataques de jefes de prensa que se jactan de tratar a directores de medios como “empleados” que a su exigencia bajan las columnas, emisarios que ni vela tienen en el entierro o personas que creen que la dignidad tiene un precio.
Aquí nadie se raja.
Colofón: Canción “Pobre Cristina”, también de Joaquín Ramón Martínez Sabina.
Frase: “Era tan pobre que no tenía más que dinero…”