Por Mario Alberto Mejía
La Quinta Columna
El helicóptero Agusta A109S Grand, matrícula XE-BON, propiedad de la empresa Servicios Aéreos del Altiplano (SAASA), dejó de recibir mantenimiento de la empresa Rotor Flight Services meses antes del 24 de diciembre de 2018, fecha en la que, en un vuelo aparentemente sin complicaciones, Roberto Coppe y su copiloto perdieron el control del aparato debido a un “alabeo repentino de la aeronave hacia la izquierda”, lo que provocó que se precipitara a un terreno en las inmediaciones de la zona conocida como Cerro de la Chimenea del Chacuaco, en el municipio de Coronango.
Ahí iba, como todos sabemos, Martha Erika Alonso y Rafael Moreno Valle, gobernadora de Puebla y líder del PAN en el Senado, respectivamente.
Una talentosa mujer que siempre ha trabajado en el mundo de la aeronáutica fue un personaje clave en esta trama.
¿La razón?
Aquí la tiene el hipócrita lector:
La Señorita N —así la llamaremos por lo pronto— trabajaba para José Antonio y Rafael Torre Mendoza, propietarios de SAASA, quienes, al decir del reportero René Valencia, ganaron una licitación para dotar a la SEP poblana de 10 mil tabletas electrónicas.
Por ese detallito se embolsaron cerca de 29 millones de pesos.
La Señorita N, pues, trabajaba para estos señores y, entre otras cosas, tenía la obligación de verificar que el helicóptero Agusta estuviera en buenas condiciones
Una y otra vez reportó que la aeronave tenía que entrar a mantenimiento.
Una y otra vez le dijeron que había prioridades, pues el Agusta tenía varios vuelos que hacer en el futuro cercano.
En otras: los señores Torre Mendoza desoyeron sus recomendaciones.
(La Autoridad de Aviación Civil tampoco supervisó las irregularidades detectadas con anticipación).
Ante esto, la Señorita N renunció a SAASA y se incorporó a trabajar en uno de los hangares de vuelos privados ubicado en el aeropuerto de Huejotzingo.
Ahí se enteró del siniestro que le costó la vida a la pareja.
Fuentes confiables que pidieron la gracia del anonimato revelaron que la Señorita N soltó una risita nerviosa cuando fue informada.
Luego dijo lacónica:
“Tarde o temprano iba a ocurrir”.
Las dudas matan:
¿Qué curso siguen las investigaciones sobre el siniestro?
¿Ya hay imputados en esta trama?
¿Por dónde se mueven los hermanos Torre Mendoza?
¿Sigue en servicio la empresa que daba el mantenimiento?
¿Y qué funcionarios de la Autoridad de Aviación Civil incurrieron en una omisión criminal?
Una más:
¿Alguien interrogó ya a la Señorita N?
Hay mucho que contar todavía sobre esta novela poblana.