Un artículo del gran conocedor taurino Leonardo Páez, publicado en el más reciente numero de la revista Proceso, dejó ver que la plaza de toros El Relicario, ya en extinción, ha sido utilizada en los últimos años como parte del juego de interés de los gobernadores.
Y puso un caso relevante: el del gobernador Marín.
Cómo olvidar que hace un año uno de los taurinos más fieles y conocedores, Jaime Oaxaca, publicó una carta que hoy tiene más vigencia que nunca.
Vea el lector algunos fragmentos: “En el sexenio anterior la plaza no fue licitada, sino que el gobernador Mario Marín Torres la entregó ilegalmente a José María Arturo Huerta Ortega, quien también es ganadero de toros de lidia. Los motivos nunca se supieron aunque la verdad es del dominio público. (…) Al entregarse sin licitación el empresario no tuvo compromisos, así que trabajó a su aire, realizando una cantidad mínima de festejos taurinos y, por si fuera poco, dichos festejos fueron una auténtica burla y estafa para los aficionados, aprovechándose de la ingenuidad de los asistentes, ya que los conocedores dejaron de asistir…”.
Cuenta Oaxaca que las orejas se repartían como larines provocando la burla del público y de los conocedores.
Llama la atención que muy pocos repercutieron el artículo de Páez.
Y eso que se dicen taurinos de corazón.
En otras palabras: nada se perderá con la demolición de El Relicario.
O sí: los pingües negocios que nada tienen que ver con lo taurino.
¿Quién se Cree que es Vargas Llosa? Es un gran escritor.
De los mejores.
Su Guerra del Fin del Mundo es inmejorable.
Su Conversación en la Catedral, imprescindible.
Su Bovary-Flaubert: la Orgía Perpetua, mi libro de cabecera.
Pero lo cierto es que Mario Vargas Llosa se ha vuelto un auténtico insufrible.
Peruano vergonzante, optó por ser español cuando pudo, en su caso, haber elegido las dos nacionalidades.
Su capricho tuvo que ver, faltaba más, con una derrota.
(En la derrota se conocen las pasiones: las auténticas).
Una vez que el “Chino” Fujimori lo humilló en las urnas, el impoluto intelectual rompió con su tierra y se embarcó hacia España.
Ahí adoptó una nacionalidad que no le queda, pues sigue hablando como el “Pichulita” Cuéllar de Los Cachorros.
Hoy es, sin embargo, la conciencia libre de los intelectuales de Hispanoamérica.
(Que sea menos).
Se hizo célebre cuando en un encuentro de Octavio Paz definió a México como “la dictadura perfecta”.
(Buena frase, pero hechiza).
Y hoy por hoy sigue enviando mensajes desde España: desde su alta posición de Premio Nobel de Literatura.
Y México es otra vez su objetivo.
Metido en la feria de las deslealtades, como lo está medio país, ahora sí se da el lujo de criticar a su antes admirado Felipe Calderón, de quien criticó su guerra contra el narcotráfico.
Y dijo del crepuscular conflicto: “México y todos los países que padecen el flagelo del narcotráfico deberían reunirse y aceptar que la represión no da resultados, que el narcotráfico sigue creciendo, que se ha convertido en una potencia económica que puede pagar mejores salarios que los Estados y que, por tanto, es un factor de corrupción atroz, y que hay que intentar la legalización”.
Es Vargas Llosa: el odioso personaje público.
Faltaba más: me quedo con el novelista.
