Por ahora ya hay dos damnificados en el PAN por la reforma electoral que de manera arbitraria se aprobó el lunes pasado, ellos son los diputados locales: Mario Riestra Piña y Josefina Buxadé Castelán, quienes llegaron al Poder Legislativo representando el primero una nueva generación de panistas y la segunda la voluntad ciudadana de un cambio democrático en el estado. Ahora, ambos son tildados como traidores entre miembros del albiazul y en las redes sociales como personajes con los vicios tradicionales de los políticos.
El descrédito de ambos no es nuevo. Iniciaron la actual legislatura como el símbolo de un importante cambio político en el estado por la derrota que el PRI sufrió en 2010. Se les veía como actores honestos, con un perfil académico notable y representantes de valores democráticos. Sin embargo esas características se han ido borrando en la medida en que se ha evidenciando que son diputados dedicados exclusivamente a servir a los intereses del gobernador Rafael Moreno Valle Rosas, sin disentir o hacer la más mínima crítica. Es decir actúan de manera similar que los legisladores del viejo régimen priista.
Mario Riestra fue vapuleado el lunes en las redes sociales por haber sido el artífice de la bancada panista para aprobar una reforma electoral que se cocinó a espaldas de la dirigencia local del PAN, y de algunos legisladores del albiazul, como Juan Carlos Espina y Ana María Jiménez. Los cuestionamientos fueron tan fuertes que se ha ausentado del Twitter desde el pasado 3 de septiembre.
Riestra se había destacado porque a lo largo de la Legislatura local había buscado llevar un equilibrio, de tal manera que procuraba el avance de la agenda de temas de la fracción del PAN, así como la agenda de los intereses del gobernador. Se distinguió porque luchó para que desapareciera la Gran Comisión del Congreso y ese órgano autoritario fuera sustituido por una Junta de Coordinación Política, una propuesta que no era del agrado de Moreno Valle.
Todo ello con el propósito de poder aspirar a ser candidato a alcalde de la ciudad de Puebla con el apoyo del panismo tradicional y del grupo político del gobernador.
Esa posibilidad se ha esfumado luego de haber sido pillado de haber ido a negociar a Casa Puebla una reforma electoral que era ignorada por la dirigencia del PAN, y la mayoría de los diputados del albiazul. Todo con el propósito de da un albazo contra el presidente de su propio partido, Juan Carlos Mondragón, y este no se pueda reelegir como dirigente de dicho instituto político.
Por esa razón desde el lunes Riestra Piña es visto como alguien que traicionó la confianza de mucha gente de la fuerza política a la que pertenece.
El caso más grave sin duda alguna es el de Josefina Buxadé Castelán, quien ha decepcionado a propios y extraños. Dos hechos en esta semana se sumaron a sus malos antecedentes:
1. Firmó un desplegado, junto con otros poco más de 200 panistas, exigiendo que haya un relevo estatutario en el PAN y se impida la reelección de Juan Carlos Mondragón como dirigente albiazul. Solamente que hay un grave detalle: la legisladora no es miembro del Partido Acción Nacional, ella llegó a esa posición como “candidata ciudadana” y se ignora que se haya afiliado a dicho instituto político.
Hay miembros de la bancada del PAN dicen que por esa razón se niega a pagar las cuotas que los servidores públicos albiazules están dispuestos a sufragar a favor de las arcas del partido.
Es decir, Buxadé en ese desplegado fungió como una legisladora “pirata”.
Ha sido parte de un conflicto en el cual no tiene derecho de intervenir y mucho menos de contribuir a agravar.
2. Un día después de la reforma electoral, Buxadé con todo cinismo o ignorancia, declaró que ella firmó el desplegado en cuestión por órdenes de “arriba”.
Más allá de que la haya motivado, resulta degradante que una legisladora con esa expresión que utilizó de manera tácita esté aceptando que los diputados deben recibir órdenes desde la cúpula del gobierno del estado. Que la división de poderes es una ficción. Y que Rafael Moreno Valle usa al Congreso del estado para resolver sus intereses personales.
Josefina Buxadé Castelán hasta apenas hace un par de años gozaba de un enorme prestigio, no solamente porque siempre fue una buena académica, sino porque como consejera de la Caip fue una mujer que luchó a favor de la transparencia pública en el estado de Puebla y que en varias ocasiones se tuvo que enfrentar al gobierno de Mario Marín Torres. Por esa razón, no la ratificaron en el cargo, ya que era un personaje incomoda para el Poder Ejecutivo.
Ese sentido crítico se perdió apenas llegó al Congreso, en donde de manera sorpresiva, aprobó sin objetar nada la cuenta pública de Mario Marín Torres, cuyo gobierno tanto había cuestionado en el pasado.
En 2010, cuando era candidata de la entonces Coalición Compromiso por Puebla y era cuestionada de por qué había aceptado, ella contestaba que entraba a la política profesional para cambiar la malas maneras de hacer política en el estado de Puebla.
Dicho espíritu crítico, valiente, ciudadano, nunca se le ha visto en el Congreso, en donde vota y acepta todo lo que se ordena desde Casa Aguayo.
Y cuando la han cuestionado a través de las redes sociales ha respondido con soberbia, con agresión hacia sus críticos.
Por eso el comentario generalizado, es que el lunes hubiera sido sorpresivo si Josefina Buxadé no se hubiera sumado a la traición que sufrió el PAN en el Congreso.
