En el municipio serrano oriental de Chilchotla, ubicado en los límites con Veracruz, lo que ahí ocurre podría ser materia prima para un texto literario del llamado realismo mágico.
Genético es el comportamiento de las autoridades municipales desde la época de los cacicazgos de la horca y el machete, cuando el poder lo ostentaban el cura del pueblo y el cacique.
Con raíces nahuatlacas, con una población mayoritariamente indígena, en pleno siglo XXI los pobladores no han vencido las viejas prácticas caciquiles que han encontrado patente de corso en una priista.
Herminia se coronó como la primera presidenta municipal en la elección de 2010, con el apoyo de Mario Marín Torres y Javier López Zavala, pese al acendrado machismo y al antecedente de que uno de sus hermanos huyó del pueblo tras un escandaloso robo y saqueo a las arcas municipales.
Se acabó muy rápido el gusto de los priistas por derrotar al PAN que gobernaba dos trienios; la esperanza de un gobierno diferente se convirtió en una pesadilla y su gobernante en un motivo de cuchicheo permanente entre los ciudadanos, por sus excesos.
Instalada en la Presidencia Municipal, Herminia repartió puesto a familiares directos y los incluyó a la nómina; fundó su propia constructora para acaparar la obra pública; de inmediato compró camionetas de lujo y la primera obra pública fue un camino al domicilio de su director de Obras.
Por estos hechos y otros más relacionados a malas prácticas administrativas y contables fue denunciada por regidores y jueces de paz, mismos que exigieron con un plantón su renuncia.
La denuncia presentada en febrero de este año les ha costado la cárcel a dos y denuncias penales por robo contra 20 ciudadanos, cumplimentadas por la Policía Ministerial.
Es una auténtica cacería contra los priistas la propia presidenta acompaña a los ministeriales para señalar casas y negocios de sus correligionarios, y desde el viernes 24 está preso el regidor de Educación, Daniel León Mora, por un conflicto político. ¿Quién le oculta la verdad al gobernador?
