Tras la tempestad, la calma… y la reelección.
La elección del nuevo Consejo Universitario de la BUAP, cuya mayoría ganó sin asomo de dudas la rectora Lilia Cedillo Ramírez, confirma el rotundo fracaso de quienes intentaron dinamitar la vida institucional de la máxima casa de estudios del estado.
Motivados por razones políticas y económicas, y lucrando con algunas legítimas demandas del alumnado, las manos que movieron la cuna del paro estudiantil demostraron a la postre su verdadero tamaño: no les alcanza –nunca les alcanzó– para aspirar a la Rectoría.
La jornada electoral que vivió la BUAP el pasado lunes fue ejemplar: se votó por 179 consejeros universitarios propietarios, representantes de los sectores académico, estudiantil y no académico, para el periodo 2025-2027.
Este Consejo Universitario –avalado este martes por unanimidad– es de la máxima importancia: emitirá y publicará la convocatoria para la elección de rectora y/o rector, conducirá el proceso y lo calificará y validará.
Lo sucedido en las últimas horas demuestra que, hoy por hoy, al interior de la BUAP, no hay un solo grupo opositor capaz de disputar a la doctora Lilia Cedillo su derecho a seguir por un periodo más al mando de una de las universidades públicas más importantes del país.
El paro estudiantil fue una calca de lo ocurrido en la Universidad Autónoma de Chapingo, que hace poco vivió una huelga. Los mismos grupos, los mismos métodos, las mismas arengas, los mismos fines…
Durante casi un mes, la BUAP estuvo literalmente secuestrada por agrupaciones como Antorcha Campesina, que repitieron paso a paso el “modelo” Chapingo, exportado a otras instituciones públicas de educación superior de México.
En la de Puebla no hubo violencia solo porque ganó la prudencia de las autoridades.
En todo ese tiempo, la rectora y su equipo estuvieron a prueba. Ella, en lo particular, fue víctima de traiciones, agresiones, burlas, provocaciones y delaciones. Incluso, una noche de aquellas, no cayó en una auténtica celada, que buscaba privarla de su libertad por horas o días, gracias a que su instinto la salvó.
Se puso a trabajar a su máxima capacidad para solucionar el conflicto, porque como suele decir: “trabajo mata grilla”, e hizo de la política y el diálogo los mejores instrumentos para que la BUAP regresara lo más pronto posible a la normalidad.
Los traidores fueron descubiertos y hoy ya enfrentan las consecuencias de sus actos. Por su lado, quienes minimizaron a la rectora, hoy han quedado ridiculizados, envenenados en su propia ambición, exhibidos en su auténtico tamaño.
En medio de la tormenta, la doctora Lilia Cedillo dijo:
“No se dejen llevar por las apariencias, el que sea mujer, bajita, delgadita y prudente no es sinónimo de debilidad (…) Tengo la resistencia de una maratonista, lo he sido 34 veces (…) Tengo la fortaleza de un roble, característico de una madre que defiende a su familia… y ustedes son mi gran familia”.
La rectora, sí, defendió a la BUAP.
Su familia.
Y hoy tiene la reelección más que enfilada.
Un premio al trabajo, a la constancia, a la vocación, a la resistencia, por más que haya puntos que corregir en la institución.
Como se anticipaba, el movimiento parista está fracturado y sin ninguna fuerza; el Consejo Universitario, nuevamente en manos de la rectora; la vida académica goza de cabal salud, y la participación de quien quiera que sea el candidato o la candidata de la “oposición” que forzosamente deberá aparecer en la boleta, solo será testimonial, o servirá de factor de legitimización.
Sí. Tras la tempestad, la calma… y la reelección.