Buena parte de la vida política en Puebla no se podría comprender sin la presencia, en su tiempo, de la llamada izquierda (electoral), que fue el referente directo del nacimiento del PRD en la entidad.
Antes de su fundación nacional –el 5 de mayo de 1989–, lo que fue el Partido Mexicano Socialista (PMS) asumió la decisión de su burocracia nacional de disolverse para entregarle el registro a lo que sería el Partido de la Revolución Democrática.
Así, un conjunto de viejos militantes de la izquierda local, junto con unos cuantos de la Corriente Democrática del PRI, convocaron a su presentación frente a la Casa de los Hermanos Serdán, para conformar lo que sería el primer comité provisional del sol azteca.
Ante la irrupción del neocardenismo en el escenario nacional, después de su abrupta salida –junto con otros priistas– de su propio partido y la renuncia de Heberto Castillo Martínez a su candidatura presidencial, la izquierda partidaria sucumbió ante la ilusión del caudillo social Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.
Tras el fraude que causó la derrota electoral del neocardenismo en 1988, vinieron el desmantelamiento del Frente Democrático Nacional (FDN) y las grandes protestas sociales, que terminaron con el reconocimiento del triunfo de Carlos Salinas de Gortari.
Ante esos escenarios, las elites partidarias y el propio ingeniero Cárdenas Solorzano decidieron construir un nuevo partido para no perder el capital político obtenido en el 88.
Así, formalizaron su estructura nacional y en Puebla hubo elecciones internas para elegir a su dirigencia local, logrando el triunfo Eduardo Fuentes de la Fuente, que fue impulsado por la desaparecida y mítica Corriente Socialista.
Más adelante, el empoderado grupo de Jorge Méndez Espínola y Rosa Márquez Cabrera logró cooptar al abogado Miguel Barbosa Huerta, un expriista originario de Ajalpan, y lo hicieron su candidato a la dirigencia estatal del sol azteca, logrando imponerse en medio de cuestionamientos de las demás corrientes internas por la compra de votos.
Esta etapa marcó el inicio del declive de lo que fuera la izquierda en Puebla, pues la llegada de Barbosa Huerta significó la instauración de un control caciquil por más de 15 años, tiempo en que impuso a todos los dirigentes estatales, desde Miguel Ángel de la Rosa hasta Socorro Quezada y Erik Cotoñeto.
Pronto, Barbosa Huerta rompió con la corriente de Jorge Méndez, se reagrupó con Jesús Ortega (“Los Chuchos”), decidió candidaturas y diputaciones plurinominales locales, se convirtió en coordinador nacional de esa corriente nacional, se hizo diputado federal y después senador de la República y coordinador de la fracción en la Cámara alta.
De sus candidatos a la gubernatura (Antonio Tenorio Adame, Ricardo Villa Escalera y Alejandro Villar Borja), solo quedó el testimonio partidario.
Porque para 2010, el propio Barbosa Huerta, en alianza con “Los Chuchos”, acordó la primera alianza electoral con el PAN, para impulsar al expriista Rafael Moreno Valle Rosas como candidato a la gubernatura.
Esto marcó un nuevo derrotero político y el desdibujamiento total del perredismo local.
Muy pronto, el senador Barbosa Huerta se confrontó con el gobernador Moreno Valle por acuerdos políticos no cumplidos y promesas que nunca llegaron, como hacerlo el siguiente candidato a la gubernatura en Puebla.
En 2016, el PRD, bajo el control de la corriente de Roxana Luna Porquillo y su hermano Vladimir Luna, se hacen cargo de la dirigencia e impulsan a ella como candidata a la gubernatura, con resultados fatales.
En 2017, por diferencias irreconciliables con “Los Chuchos”, Miguel Barbosa renuncia al PRD, deja la coordinación de los senadores y se va al nuevo partido de Andrés Manuel López Obrador, Morena, con el objetivo de convertirse en el aspirante natural del obradorismo en Puebla para los comicios de 2018.
Mientras tanto, la dirigencia del PRD está en manos de un inútil llamado Carlos Martínez Amador, quien, junto con sus grandes asesores (Julián Rendón y Arturo Loyola), se enfunda en la bandera morenovallista y pacta una nueva alianza electoral con el PAN, a fin de respaldar la candidatura de Martha Erika Alonso, teniendo como adversario, precisamente, a Miguel Barbosa, por Morena.
Tras uno de los procesos electorales más ríspidos y violentos que se recuerden, el TEPJF acaba por dar el triunfo a Martha Erika Alonso, pero esta muere a los pocos días de iniciado su gobierno, junto con su esposo, el entonces senador Rafael Moreno Valle, en el “helicopterazo” de diciembre.
Es en el proceso electoral extraordinario de 2019 cuando definitivamente el PRD empieza su verdadero proceso de desaparición.
Y es que Morena por primera vez gana la gubernatura de Puebla, Miguel Barbosa asume el poder y es el primero que celebra la (casi) extinción de su ex partido.
En 2024, de nueva cuenta Carlos Martínez Amador, quien siempre manejaría las prerrogativas en beneficio propio y las prebendas de cargos públicos para su hija, volvería a hacer alianza con el PAN, ahora apoyando a Eduardo Rivera Pérez, con el resultado de todos conocido: Morena prácticamente arrasó en todo el estado y la “oposición” empezó una larga travesía por el desierto.
Esta sería la ruta de la desaparición de un partido que, en su momento, representó a una izquierda que desde antes había dejado de existir.
Con un priista, abusivo y torpe, que nunca fue de izquierda y que terminó llevando al PRD a su funeral, con apenas una votación del 2%, que lo dejó sin registro.
La última esperanza del sol azteca eran las elecciones extraordinarias del próximo 23 de marzo en cuatro municipios poblanos. Sin embargo, Carlos Martínez canjeó una chamba en el gobierno morenista a cambio de no presentar candidatos o candidatas, y ahí se escribió el acta de defunción del PRD.
Tras 37 años de existencia, un exgobernador como Barbosa Huerta, un ambicioso, vulgar y torpe cacique de la Sierra Norte como Martínez Amador, los llamados “Chuchos” y el inefable grupo de Roxana Luna, terminaron por enterrar la historia de un partido como el PRD, el otrora partido que un día clamó: “Democracia ya, patria para todos” –lo que hoy no suena sino como chiste o broma macabra.