Además del hoyo financiero y de los más de 333 millones de pesos que dejaron sin pagar a contratistas y proveedores, Eduardo Rivera Pérez y sus secuaces heredaron al presidente municipal de Puebla, José Chedraui Budib, otra una muy explosiva caja de sorpresas.
Se trata de una lista de -exactamente- 320 “aviadores” -personas que cobran sin trabajar- sembrados en distintas dependencias y áreas del ayuntamiento capitalino.
El hallazgo, que dejó a más de uno con la boca abierta y la cara de tonto, se realizó hace apenas un par de semanas, al cierre del año fiscal 2024, cuando personal de Tesorería y de la Contraloría municipales detectaron la irregularidad y la documentaron para los efectos legales a que haya lugar.
Cada uno de dichos “aviadores” (de los que nadie se percató durante el singular proceso de entrega-recepción) devengaba un sueldo mensual de 20 mil pesos, en promedio.
Es decir, al mes costaban al municipio alrededor de 6 millones 400 mil pesos.
Casi 77 millones de pesos al año.
Entre la larga lista de aviadores aparecen familiares, compadres, vecinos, socios y hasta novias o novios de secretarios (as), jefes (as) de departamento y directores (as) del gobierno panista.
También no pocos militantes de Acción Nacional, que formaban parte del ejército de operadores políticos y electorales de Eduardo Rivera, quien los puso activos -eso sí- en su fracasada campaña por la gubernatura de Puebla.
Fuentes perfectamente enteradas de este espinoso asunto cuentan que cuando los “aviadores” fueron descubiertos, ocurrieron dos cosas:
La primera: antes de abrir un expediente, se le pidió una explicación a Eduardo Rivera y este negó la existencia de tales “aviadores”; de hecho, en el colmo del cinismo, argumentó que se trataba de personal a cargo de “proyectos especiales”, pero dichos “proyectos especiales” no sólo no existieron nunca, sino que estas 320 personas simplemente eran “fantasmas” a las cuales se les depositaba religiosamente su sueldo sin devengarlo de ninguna forma, menos en horas de trabajo.
Y la segunda: se les dio de baja inmediatamente de la nómina y la irregularidad -más grande que el Lago de Valsequillo- se hizo del conocimiento de las autoridades correspondientes, para que se proceda conforme a la ley en contra de quien o quienes resulten responsables.
El caso forma parte de la herencia maldita del ex alcalde, quien muy pronto, quizá, podría tener que estar enfrentando a la justicia.
Y es que de las 364 observaciones que se le hicieron durante el proceso de entrega-recepción, por diversas anomalías y no pocas corruptelas, a la fecha no ha logrado solventar ninguna.
Ninguna, satisfactoriamente.
Lo más preocupante para él es que entre tales observaciones, hay por lo menos tres muy graves y de carácter penal, una de ellas relacionada con una millonaria adquisición de equipos de cómputo, uno de los grandes negocios personales que hizo a su paso -por segunda ocasión- por Palacio Municipal.
A Eduardo Rivera se le acaba el tiempo. Los 45 días que le otorga la ley para aclarar las observaciones terminan el próximo mes de febrero y no se ve cómo va a librarla.
Tan delicada está la situación que, según cuentan, ya están planeando entregar una cabeza, a cambio de impunidad para él y su círculo cercano.
El “chivo expiatorio” que han escogido es el ex tesorero Omar Coyopol Solís, quien al final de la administración cometió el error de aceptar públicamente tanto la existencia de un hoyo financiero como la intentona -finalmente abortada- de contratar un crédito bancario para solventar el desfalco a las arcas municipales, lo que cayó como una bomba en el grupo riverista.
Coyopol firmó la mayoría de los documentos a pesar de las muchas irregularidades que había y también los contratos con proveedores y contratistas a sabiendas que no había la correspondiente suficiencia presupuestal.
Es, dicen, el elegido para colocarlo en la piedra de los sacrificios para -figurativamente- arrancarle el corazón palpitante, decapitarlo, desollarlo y descuartizarlo en la plaza pública, a fin de garantizar la paz y tranquilidad de Eduardo Rivera y sus secuaces, y calmar la sed de quienes exigen castigo y sangre, y que no son pocos.
¿Se dejará Omar Coyopol?
Ya se verá.