Se dice que –el lunes– en las horas previas a que el Congreso del estado aprobara la despenalización del aborto, un personaje que intentó mover “cielo, mar y tierra” para frenar la reforma fue el arzobispo Víctor Sánchez Espinosa, quien habría sostenido un intenso cabildeo con los dos personajes que podían cambiar el rumbo legislativo: Sergio Salomón Céspedes Peregrina y Alejandro Armenta Mier, los gobernadores saliente y entrante, respectivamente.
Y además, se habría argumentado por ambos políticos que: el Congreso local ya no podía desacatar la disposición de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, dictada el 7 de septiembre de 2021, en la cual estableció que es inconstitucional criminalizar el aborto de manera absoluta.
Fuentes confiables señalan que Víctor Sánchez Espinosa, el titular de la Arquidiócesis de Puebla, habría realizado tres llamadas telefónicas con el gobernador Sergio Salomón en las horas previas a que sesionara el Congreso del estado.
En las conferencias telefónicas el prelado le habría pedido el mandatario que el asunto se pospusiera a la siguiente legislatura local, la que inicia el próximo mes de septiembre.
También se dice que el jefe de la iglesia Católica en Puebla intentó hacer lo mismo con el próximo mandatario Alejandro Armenta Mier. Con él solamente hubo una llamada telefónica y no se tiene claro si fue antes del lunes, o el día de la sesión legislativa en que se le quitó el freno al aborto legal y voluntario.
Tampoco funcionó esa fórmula que utilizó el líder religioso, quien efectivamente había venido cultivando una buena relación con el candidato a gobernador de la 4T, a quien visitó en el hospital luego de operarse el talón de Aquiles, unos días después de los comicios del 2 de junio.
El arzobispo tenía la confianza de que, por su buena relación con los dos políticos de Morena, lograría frenar la reforma del aborto, tal como ya lo había hecho en un par de ocasiones a lo largo del actual sexenio, en que la 4T tuvo el dominio del Congreso del estado.
En septiembre de 2019, la recién estrenada bancada de la 4T en el Congreso local tenía todo para aprobar la interrupción legal, asistida y voluntaria del embarazo.
El tema estaba en la lista de prioridades de los legisladores de Morena y había la expectativa de colectivos feministas de que por fin se aprobaría el derecho de las mujeres de decidir sobre su cuerpo y su maternidad.
Aunque la iniciativa la había elaborado la entonces diputada del PRI, Rocío García Olmedo, quien ha sido una de las mujeres que en el Congreso ha dado las mejores luchas a favores de los derechos de género, se supo que el obispo Víctor Sánchez Espinosa hizo llegar un fuerte mensaje a los líderes de la bancada de Morena.
El recado es que el prelado estaba enojado, molesto, inquieto, con la discusión de un proyecto de ley a favor del aborto.
Bastó es mensaje para que los miembros de los grupos parlamentarios de Morena, el PT y el Partido Encuentro Social se dejaran amedrentar y ordenaran “congelar” la discusión del proyecto legislativo de García Olmedo.
Aplazaron el análisis de la iniciativa al siguiente año.
Esa fue la dinámica de casi todo el sexenio: cada vez que se tocaba el asunto, se posponía “al siguiente año” la discusión de dicho menester.
Siempre se jugó con el miedo de que cualquier político o partido que haga enojar al clero católico, los fieles de ese culto se la van a “cobrar en las urnas”.
En el último proceso electoral, fueron muchos los sacerdotes católicos que hicieron gala de impunidad y falta de acatamiento al Estado laico, por lo que se pasaron haciendo llamados a votar contra la 4T, bajo el argumento de que la izquierda iba a despojar de sus bienes inmuebles a los ricos y las clases medias.
Ese discurso de odio del clero católico a favor del PAN no funcionó, ni tantito.
Y por eso las amenazas del clero católico tampoco funcionaron en el Congreso local.