Sorpresa en unos e incredulidad en otros causó el aparente destape de Eduardo Rivera Pérez como aspirante a la presidencia nacional del PAN.
Felipe Mojarro Arroyo usó su participación en el desayuno sabatino del hotel Quinta Real para hacer un tímido pronunciamiento a favor del ex candidato a gobernador como eventual relevo de Marko Cortés Mendoza en el CEN de ese partido.
Mientras el aludido jugó con la expectación de los liderazgos del PAN, que rápidamente compartieron la “noticia” con sus pares del partido, los colaboradores más cercanos del también presidente municipal con licencia confesaron en privado que la especie tenía solo un tanto de realidad.
Según esto, Eduardo Rivera sí quiere ir al Comité Ejecutivo Nacional, pero no en calidad de presidente, sino de titular en alguna de las secretarías que lo conforman, consciente de que no tendría ninguna posibilidad de arrebatarle la dirigencia a los perfiles que ya se encuentran perfilados, en competencia informal, como el senador Damián Zepeda, la ex legisladora Adriana Dávila y el diputado federal Jorge Romero.
La nueva meta política de Rivera Pérez tendría lógica hasta en el terreno familiar.
En caso de integrarse al CEN, podrá dedicarse a hacer política nacional y permanecer físicamente en la capital del país, el mismo lugar donde trabajará su esposa Liliana Ortiz Pérez como diputada federal.
Así que la manifestación de Mojarro podría no derivar de una mera ocurrencia.
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Si el desayuno del sábado tuviese que servir de termómetro para medir las posibilidades de Eduardo Rivera de permanecer al mando del Comité Directivo Estatal del PAN, pero ahora a través de Adán Domínguez Sánchez en lugar de Augusta Díaz de Rivera, la evaluación tendría que obligar al jefe de ese grupo político a replantear su estrategia.
De los 100 consejeros estatales convocados por Enrique Guevara Montiel a nombre del presidente municipal de Puebla, solo una veintena acudió al llamado.
En los días previos al cónclave se corrió la versión de que este encuentro serviría como primer paso para preparar el arribo de Adán Domínguez a la dirigencia estatal, lo que ocurriría, según esa misma especie, y varios meses después, a partir de la votación de los integrantes del Consejo.
Esa supuesta motivación, oculta detrás del pretexto de querer compartir los principales logros del gobierno municipal, como decía el mensaje de whatsapp enviado por Guevara, obligó a leer la asistencia de los invitados en función si apoyaban o no la eventual precandidatura del alcalde.
Quienes llegaran al hotel Quinta Real estarían con él, quienes no, pues no.
El resultado fue adverso para la causa de Domínguez, que no juntó ni a 30 de 100.
Entre los consejeros asistentes estuvieron Guillermo Almazán, Fernanda Huerta, Felipe Mojarro (artífice del “destape” de ‘Lalo’), Alejandro Huerta, Patricia Hidalgo, Pilar Nájera y Rafael Vonrasfield.
También acudieron Carlos Blanco, Jonathan Soriano, Mary Blanco, Fernando Sarur, Enrique Guevara (convocante y secretario particular del edil), Francisco Mota, Guadalupe Arrubarrena y Ana María Jiménez.
La lectura es clara:
Con ellos no bastaría para pasar por encima del creciente grupo de inconformes que ya se han manifestado dispuestos a pelearle la dirigencia a Eduardo Rivera y a su séquito de colaboradores.
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Fuera del destape que algunos insisten en ver como una expresión espontánea de Mojarro, y del desaire político sufrido por el edil, ese desayuno acabó por ser poco trascendente.
Adán Domínguez habló de los logros del ayuntamiento, incluidos el periodo de su jefe y el suyo de apenas medio año.
Felipe Velázquez tomó el micrófono para exponer cifras del trabajo realizado por la Secretaría de Desarrollo Urbano.
Liliana Ortiz participó para exaltar la figura de Eduardo Rivera aun en medio de la debacle electoral, al subrayar que su esposo obtuvo 30 mil votos más en 2024 que en la contienda electoral de 2021, solo en la capital.
Todos emitieron cifras enmarcadas en un mensaje genérico, sin nada en particular que resaltar.