A las complicaciones naturales que conlleva hacer un profundo ejercicio de autocrítica y después encaminarse en la ruta de la reconstrucción, en caso de que así lo determinen sus liderazgos, el PAN de Puebla tiene que sumar una nueva dificultad a la crisis de supervivencia en que está sumergido: encarar el aparente intento del partido en el poder, Morena, por colocar una supuesta infiltrada en la presidencia del Comité Directivo Estatal.
La advertencia de este peligro ha obligado a los panistas metidos en la discusión postelectoral a plantearse el atrincheramiento como vía para impedir el ascenso del enemigo al cargo más importante de dirigencia partidista, lo que significa decantarse por la selección del próximo líder a través de los integrantes del Consejo Estatal, en lugar de hacerlo por medio de una elección abierta a sus militantes.
Según esto, en caso de abrir la definición del relevo de Augusta Díaz de Rivera a todos los afiliados, poco más de 19 mil, la eventual y presunta infiltrada de Morena dispondría de recursos económicos y humanos ilimitados, otorgados por los dueños locales del partido en el poder, para comprar conciencias, movilizar votantes y hacerse de la victoria sin gran dificultad.
Personajes tan disímbolos como Guadalupe Cuautle, Eduardo Rivera, Carolina Beauregard, Francisco Fraile, Mónica Rodríguez, Edmundo Tlatehui, la misma Augusta Díaz de Rivera, Oswaldo Jiménez, Ana Teresa Aranda y Mario Riestra, entre otros, que al día siguiente de la elección del 2 de junio se miraron a sí mismos como rivales en competencia por la dirigencia estatal, si no para ellos, sí para alguno de sus aliados, han comenzado a valorar la pertinencia de cerrar filas y recurrir al Consejo Estatal ante la sorpresiva incursión de Paola Angón.
Entre los panistas que más activos han estado, tanto en reuniones privadas como en apariciones en los medios de comunicación, para hablar acerca del desastre electoral y de lo que tendría que hacer el partido de cara al futuro, existe la creencia de que la presidenta municipal de San Pedro Cholula es una suerte de Caballo de Troya alentada por la 4T, que habría sido convencida de jugar ese papel a través del diputado Eduardo Alcántara.
La sospecha ya rondaba en los panistas antes de que Paola Angón diera una extraña conferencia de prensa el miércoles. Extraña por tratarse de ella, un personaje público que durante su gobierno tuvo como sello particular hablar muy poco con los reporteros y prácticamente evitar todas sus dudas y cuestionamientos.
Ese día anunció que había presentado una denuncia en contra de Augusta Díaz de Rivera por acusarla de traición al partido y levantó la mano para competir por la presidencia del Comité Directivo Estatal, que en octubre entrará en fase de renovación.
Las palabras de la alcaldesa cholulteca confirmaron los temores de esos panistas que la observan con desconfianza y reforzaron la tesis que los llama a protegerse de eso que, aseguran, es una evidente estrategia de infiltración.
Por eso es que incluso quienes estaban a favor de la consulta abierta para escoger al nuevo presidente (o presidenta), quienes se negaban al recurso del Consejo Estatal para impedir el albazo del grupo de Eduardo Rivera, hoy valoran cancelar esa opción.
Llámelo usted previsión o pretexto, pero eso es lo que podría conducir al nombramiento de un nuevo líder (o lideresa) por parte de un reducido grupo de notables (poco más de 100).
Dentro del partido blanquiazul se tiene la certeza de que Angón operó para la morenista Tonantzin Fernández en la pasada elección constitucional y que fue aliada de su hija María de la Barreda en el salto que dio del PAN a la 4T para competir por una diputación local.