La obsesión del presidente Andrés Manuel López Obrador, que tiene como objetivo lograr el carro completo para su partido en las elecciones del próximo domingo, no se verá cristalizada.
Muy lejos estará Morena de ganar la presidencia de la república, la mayoría calificada en las dos cámaras del congreso de la unión y el mando de las nueve entidades federativas que estarán en disputa el 2 de junio.
Mucho menos conseguirá hacerse de todas las presidencias municipales y los congresos locales del país en juego.
Si eso no sucede a nivel nacional, tampoco ocurrirá aquí en el estado de Puebla, donde, desde mi apreciación estrictamente personal, los electores tendrán una motivación diferente para emitir su voto en cada uno de los casos en competencia.
Me parece que, en nuestra entidad, la oficialista Claudia Sheinbaum obtendrá una contundente victoria sobre la opositora Xóchitl Gálvez, de más de dos dígitos.
La elección presidencial partió dispareja desde un principio, con 500 mil poblanos beneficiarios de la Pensión para el Bienestar de las Personas Adultas Mayores inclinados por la aspirante de Morena y la 4T.
Si como dicen los encuestadores, el sufragio en la elección del mandatario mexicano (mandataria esta vez) va a regirse por el resultado de la ecuación que pregunta “quién me da” y “quién me quita”, Sheinbaum llegará a la jornada electoral como está ubicada ahora mismo: con todos los pronósticos a su favor.
La candidata de López Obrador y el presidente mismo hicieron bien su trabajo, al dejar impregnada en el imaginario colectivo la idea de que, si Morena pierde, los programas sociales desaparecerán, con todo y que Xóchitl Gálvez y los líderes de los partidos que la postulan, PAN, PRI y PRD, intentaron contrarrestar ese discurso.
Para el grueso de los electores que reciben dinero del gobierno federal, más de medio millón de ellos asentados y empadronados en Puebla, Claudia Sheinbaum es garante de la continuidad del beneficio.
Por eso será la candidata más votada el próximo domingo en Puebla (lo mismo que en el resto del país).
Con Alejandro Armenta la cosa es diferente.
Del candidato a gobernador no depende la permanencia de los apoyos económicos, y los electores lo saben, por lo que aquí intervendrán otros factores para conducirlo a la victoria.
El morenista vencerá al panista Eduardo Rivera por diversos motivos, pero dos son los que se deben resaltar por su relevancia y por el papel que tendrán en el resultado final de la elección.
Uno es el conocimiento del personaje.
Armenta hizo precampaña con mucho tiempo de anticipación y consiguió que la gente de todos los municipios del estado –o de la mayoría de ellos– supiera de él, del expriista hoy convertido en morenista que quería (y quiere) ser gobernador.
Eduardo Rivera, en cambio, se quedó amarrado al municipio de Puebla y careció de una estructura política que hiciera precampaña en su nombre.
Augusta Díaz de Rivera y Marcos Castro, los encomendados, fracasaron en ese sentido.
El otro motivo que anticipa el triunfo de Armenta tiene que ver con su capacidad para hacer alianzas con liderazgos –y/o caciques– regionales.
Durante la larga travesía previa a la contienda formal, el morenista hizo pactos con quienes tenía que hacerlos para trazar una ruta ganadora, a diferencia del panista, un político acostumbrado a caminar con el mismo grupo de amigos y aliados, muy compacto por cierto, sin tomar en consideración la magnitud de la tarea que se tiene por delante.
Armenta ganará también, pero con menos diferencia que Sheinbaum.
El municipio de Puebla se cuece aparte.
José Chedraui, el abanderado de Morena que hasta hace poco movía hilos en el PRI, enfrenta un auténtico reto: vencer al candidato más competitivo de la oposición: el panista Mario Riestra.
Chedraui tiene a su favor el apellido (homónimo de una cadena de supermercados), la relación con importantes familias de la élite económica de la ciudad y su amistad con el gobernador, pero incursionó tarde a la contienda y su postulación incomodó a los obradoristas que querían la candidatura para uno de los suyos.
Juega en una cancha de un electorado volátil, donde además hay un gobierno municipal panista que hará uso de sus recursos (menores, eso sí, que los del estado) para tratar de equilibrar fuerzas.
Riestra, a diferencia de Rivera en la lucha estatal, ha recorrido el territorio que quiere gobernar, posee una buena estructura partidista y goza de aliados que le aportan confianza.
En la capital del estado es donde hay mayor expectación por parte de observadores e integrantes de la clase política, debido a que el ambiente social, lo que se dice y lo que se escucha, no parece empatar con los números que arroja la mayoría de las encuestas, que obsequian una victoria aplastante para la 4T.
Aquí es donde se espera la mayor expresión del voto diferenciado y donde la oposición tiene centradas sus esperanzas de triunfo.
Incluso ha prendido veladoras para que se registre una asistencia masiva de votantes a las urnas, no solo en Puebla, sino en toda la zona metropolitana, que catapulte a Eduardo Rivera hacia la consecución de un milagro.
En la contienda por las diputaciones, locales y federales, así como el senado, el escenario de Puebla pinta bien para el partido de López Obrador, que obtendrá la mayoría, pero difícilmente el carro completo.
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Aclaraciones a toro pasado.
No fue Alejandro Armenta quien eligió la Plaza de la Victoria para realizar el mitin de cierre de campaña con su candidata presidencial.
La persona que se decantó por ese sitio fue precisamente Claudia Sheinbaum, quien adoptó como sello de campaña hacer los actos masivos en lugares abiertos, de preferencia plazas y parques públicos, en lugar de utilizar inmuebles cerrados, como lo era el estadio de béisbol de Los Pericos.
Esta explicación echa por tierra aquella especie que afirmaba, de manera errónea, que Morena había escogido la Plaza de la Victoria por la connotación política relacionada con el extinto ex gobernador panista Rafael Moreno Valle.