La sucesión de acontecimientos que exponen a los candidatos del frente opositor como víctimas de agresiones políticas en medio de la disputa electoral puede convertirse en el detonante que los contendientes de ese bloque de partidos, conformado por PAN, PRI, PRD y PSI, necesitan para llevar más votantes a las urnas y mejorar sus expectativas de competencia.
La denuncia por amenazas de Mario Riestra Piña, la divulgación de un audio atribuido a Eukid Castañón Herrera y la agresión a las vecinas de Eduardo Rivera Pérez tienen un denominador común, que concuerdan con esa narrativa utilizada por los opositores para colocarse a sí mismos como objeto de ataques orquestados desde la cima del poder político.
En esta ruta discursiva, los embates dirigidos desde el poder tienen como propósito estratégico beneficiar a los aspirantes de Morena y la 4T.
La recurrencia de esos hechos, sumada a las sorpresas que se acumulen en las casi cuatro semanas por venir, las que faltan para que concluya el proceso electoral, pueden servir de incentivo para el voto de un sector de los ciudadanos molesto con el partido oficial que hasta hace poco no pensaba distraerse de sus quehaceres dominicales para emitir su sufragio el 2 de junio.
Por eso es que estos sucesos son relevantes en términos de competencia política.
Los tres dieron reflectores a los abanderados de la coalición Mejor rumbo para Puebla y es muy probable que hayan aumentado el interés de los potenciales electores en ellos.
Lo que sigue es observar la capacidad de los estrategas de esa alianza para capitalizar los acontecimientos, para generar una percepción que les resulte favorable y añadir una mayor cantidad de votantes el día de la elección.
Seguramente Riestra no se inventó la amenaza, los opositores no fabricaron las palabras de Castañón y Rivera no pagó a sus vecinas para que fueran sus cómplices, pero todo esto sirvió de plataforma para conseguir aquello que de otro modo no pudieron lograr.
Los candidatos opositores deben tener ahora la atención de ciudadanos inconformes con Morena, que no simpatizan con ninguno de los cuatro partidos referidos y que hasta antes de esta etapa carecían de motivaciones para participar.
Esos votantes, que antes no hicieron click con Eduardo Rivera o Mario Riestra, mucho menos con Xóchitl Gálvez Ruiz en el caso de la contienda presidencial, podrían haber recuperado interés en las últimas dos semanas, a partir de los incidentes narrados.
Tampoco es que la tengan fácil en el bando opositor.
En Morena y la 4T parecen haberse dado cuenta de lo favorable que puede resultar este fenómeno de comunicación política para sus enemigos.
Como muestra está el contraste de reacciones expresadas en torno a la denuncia de Riestra y el asalto al fraccionamiento de Rivera.
A Riestra se le fueron encima todos, en batería.
Los morenistas, incluidos Alejandro Armenta Mier y José Chedraui Budib, rechazaron la versión del candidato a presidente municipal de Puebla, le llamaron mentiroso y se pusieron del lado de su presunto agresor, a quien incluso le ofrecieron apoyo legal y económico para contrademandar.
Con Rivera la respuesta fue distinta.
Salvo uno que otro despistado, al candidato a gobernador le expresaron mensajes de apoyo y empatía desde el partido oficial.
Armenta y Chedraui, los dos, le manifestaron su solidaridad a través de redes sociales.
¿Qué cambió?
¿Uno cae mejor que el otro en el partido de López Obrador?
No.
Un sagaz observador les dijo que la revictimización de los oponentes no es el camino para ganar más votos.
En apenas dos semanas, después de revictimizar a Riestra y generarle con ello nuevos simpatizantes, los morenistas comprendieron que no es buena idea desacreditar y volver a golpear a las supuestas víctimas de un delito, por lo menos no a través de los candidatos que buscan el voto para encumbrarse en el poder y que tienen que mostrarse magnánimos ante la desgracia ajena, como, adivinó usted, Armenta y Chedraui.
Aclarar dos de esos tres eventos es responsabilidad de la Fiscalía General del Estado, que se encuentra a cargo de Gilberto Higuera Bernal.
Mientras lo hace, hay que subrayar que, a punta de hechos violentos y presumiblemente inesperados, la percepción pública construida alrededor del proceso electoral ha dado un salto interesante, aunque quizá no tan grande como para modificar el pronóstico de los resultados.
Un desayuno con López Obrador
El presidente Andrés Manuel López Obrador y el gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina no solo se obsequiaron elogios mutuos y se expresaron adioses y parabienes durante la conmemoración del 162 aniversario de la batalla de Puebla y la celebración del tradicional desfile cívico militar.
Frente al inminente arribo del final del sexenio lopezobradorista, el mandatario estatal dedicó palabras de reconocimiento a su invitado de honor, en público y en privado.
En público, a través de la red social X, por ejemplo, puso el siguiente mensaje:
“Gracias, señor Presidente @lopezobrador_, por acompañarnos este #5DeMayo en #PUEBLA. Se lo digo como Sergio Salomón, más que como gobernador: ha sido usted un gran Presidente, y sobre todo, un entrañable ejemplo. En unos pocos meses, México entero lo vamos a extrañar. Gracias por todo el apoyo y cariño que le ha demostrado a nuestro querido estado.”
Pero no toda la charla del presidente con el gobernador se dio en la ceremonia y en el desfile.
Antes de ir a la zona de los Fuertes y arrancar con la fiesta, López Obrador y Céspedes Peregrina desayunaron en el Hotel Presidente Intercontinental.
Es poco común que el político tabasqueño dedique tiempo para sostener un encuentro privado con el anfitrión del estado al que llega, y menos que lo haga por espacio de una hora.
En Puebla lo hizo, con Sergio Salomón, quien de esta manera pudo confirmar –otra vez– que los buenos comentarios recibidos por parte del presidente en el pasado han sido auténticos, no fingidos.
Al mandatario poblano le llevó menos de año y medio volverse amigo del ideólogo y fundador de Morena, a diferencia de otros personajes, que con mucho más tiempo no lo han podido conseguir.