Sergio Salomón Céspedes Peregrina es un gobernador de Morena que no parece de Morena. Es organizado, hace obra pública y no llegó a polarizar a la sociedad.
En ese partido político prevalece la obsesión de sus liderazgos por parecerse al presidente Andrés Manuel López Obrador, por emular su personalidad y exaltar sus características particulares para congraciarse con él.
La improvisación en el servicio público es un sello característico en gobernantes y políticos emanados de Morena y la 4T, como si actuar de esa manera fuera una cualidad en lugar de un defecto.
La negación para emprender obras y proyectos de gran calado es otro distintivo.
En Morena persiste la idea primigenia de que toda obra vistosa –aunque útil y trascendente para la gente– representa un atentado contra la austeridad que promueven sus mandamientos e iguala la frivolidad con que se condujeron en el pasado los gobiernos del “prian”, como le llaman.
Adoptar un discurso beligerante y emprender acciones hostiles contra los sectores críticos de la 4T, o no alineados con ella, es otro rasgo de los discípulos del mandatario mexicano.
Con Luis Miguel Barbosa Huerta, Puebla padeció la existencia de un gobernante de ese perfil.
El extinto gobernador exhibió falta de experiencia, se negó a realizar obra medianamente trascendente y emprendió un burdo modelo de intimidación y castigo para extinguir a sus opositores.
La toma de la Universidad de las Américas fue la cumbre de ese estilo grotesco y rudimentario.
Barbosa fue una mala copia del presidente, pero no ha sido la única.
En la actualidad hay muchos otros personajes parecidos que administran los estados del país a nombre y en representación del oficialismo morenista.
No hay que ir lejos para verlo:
En Veracruz está Chitláhuac García Jiménez.
En Morelos, Cuauhtémoc Blanco
Y en Guerrero, Evelyn Salgado Pineda.
Todos tratan de mimetizarse con el jefe, pero acaban solo como un remedo.
Sergio Salomón Céspedes es diferente.
El gobernador poblano, también representante de Morena y la 4T, le ha dado un vuelco a la administración estatal en 16 meses.
Emprendió una minuciosa reingeniería en el gobierno, trazó planes y proyectos, para concretar en menos de dos años, y los puso en marcha incluso con la amenaza del corto tiempo encima.
Pero lo más importante fue que recompuso el tejido social que estaba severamente dañado, no solo por culpa de Barbosa, sino también del panista Rafael Moreno Valle, que unos cuantos años más atrás ejerció el poder de manera similar en contra de sus críticos, con hostilidad derivada de la intolerancia.
La vara que dejará Sergio Salomón para el gobernador que llegue será alta.
Sea de Morena o sea del PAN, es decir, sea Alejandro Armenta o sea Eduardo Rivera, quien gobierne el estado a partir de diciembre deberá seguir en la ruta actual, y mejorarla con creces.
Terminado el sexenio de Moreno Valle, en enero de 2017, no volvió a haber en Puebla un gobierno estable y de larga duración:
José Antonio Gali gobernó 22 meses.
Martha Erika Alonso, 10 días.
Jesús Rodríguez Almeida, menos de un mes.
Guillermo Pacheco Pulido, poco más de medio año.
Miguel Barbosa, tres años con tres meses.
Y Sergio Salomón lo hará dos años exactos.
Esa intermitencia obliga a evitar experimentos e improvisación en el sexenio que se aproxima.
También demanda un liderazgo de inclusión, apertura y tolerancia.
Las felicitaciones que recibió ayer Céspedes Peregrina en las redes sociales, con motivo de su cumpleaños número 55, muestran el abanico de relaciones que el político nacido en Tepeaca ha elaborado para concretar la reconciliación.
Panistas, priistas, perredistas y emecistas, además de morenistas, por supuesto, igual que empresarios, académicos y representantes de instituciones de educación superior postearon un mensaje para dejar constancia del distendido, y nuevo, ambiente social.