El presidente López Obrador entendió que para llegar a Palacio Nacional tenía que recorrer el país.
Y no lo hizo una sola vez.
A diferencia de los Calderón, los Peña Nieto, los Meade y los Anaya, se subió a un auto y empezó a ir de pueblo en pueblo desde mediados de los noventa.
¿Qué hicieron sus contrincantes?
Se dedicaron a hacer campañas por aire.
Es decir: a través de los medios electrónicos y de los espectaculares.
Las campañas por aire sirven de poco si no van acompañadas de las campañas por tierra.
Ésa es una de las grandes lecciones que ha dado el hombre que abandonará Palacio Nacional el lunes 30 de septiembre.
(Un día como ése, por cierto, pero de 1888, Jack el Destripador mató a dos mujeres en una sombría calle de Londres).
Claudia Sheinbaum ha recorrido en un mes casi el sesenta por ciento del país.
Es decir: veinte estados y cerca de cien distritos.
Lejos de perderse en los pueblos —como los tecnócratas le vaticinaron a López Obrador en sus tres campañas presidenciales—, la candidata de Morena y aliados ha entendido la virtud de los encuentros personales.
La gente quiere ver y saludar de mano a los presidentes o a los gobernadores, o a quienes van a serlo.
De ahí la importancia de hacer lo que la candidata presidencial ha estado haciendo.
Xóchitl Gálvez, en tanto, prefiere la campaña por aire.
Los pueblos no son lo suyo.
Como los Calderón y los Anaya, los desprecia.
Se dice mujer de pueblo, pero en esta campaña ha quedado en claro que no lo es.
Alejandro Armenta, candidato de Morena a Casa Aguayo, lleva recorriendo el estado cuando menos desde que fue presidente del DIF estatal en 2005.
En esos 19 años, le ha dado varias vueltas al estado, a diferencia de Eduardo Rivera, candidato del PRIAN, quien está convencido que saliendo de Puebla todo es Chignahuapan.
Cosa curiosa: en estos tiempos extraños de la intercampaña, Armenta no dejó de reunirse con sus cuadros: los nuevos y los viejos.
¿Qué hizo Rivera?
Se metió en una zona oscura —como Jack el Destripador esperando a sus víctimas— y bajó los brazos.
Ahora que inicie sus recorridos entenderá que al perder la tierra extravió el aire.
De poco le servirá hacer campaña en medios electrónicos en estos dos meses, pues la campaña por tierra la tiene ganada de antemano Armenta.
Cuentan sus asesores que el exalcalde de Puebla se concentrará en la zona metropolitana, cosa que en 2019 hizo su antecesor: Enrique Cárdenas.
Será importante, sí, pero no definitivo.
La gubernatura no se gana sólo en Puebla y San Andrés Cholula.
(Hay 215 municipios más).
Alejandro Armenta conoce a los caciques de los pueblos —hoy metidos en Morena— y a las fuerzas vivas.
También conoce a los clérigos —el papel de la iglesia católica será crucial en esta trama— y al arzobispo Víctor Sánchez, quien fue un factor importante en octubre y noviembre pasado, cuando Morena realizó sus encuestas en territorio poblano.
(Por si fuera poco, el alcalde Rivera quiso cobrarle de más a monseñor un asunto demasiado terrenal: el impuesto predial).
A una generación la ilusionas una vez. Cuando la desencantas, es muy difícil recuperarla.
Rivera ilusionó a los ciudadanos la primera que fue candidato a la alcaldía.
Las humillaciones que vivió a manos del gobernador Moreno Valle defraudaron a algunos.
El resto se decepcionó de él cuando gobernó la capital del estado.
Hoy que la inseguridad se ha adueñado del municipio poblano, nuestro personaje optó por contender por la gubernatura.
La generación a la que ilusionó en 2010 está decepcionada de él en 2024.
Pocos le comprarán su discurso chato, huero y chabacano.