Entre diferentes actores del PAN poblano ha brotado un fuerte desconcierto, enojo, preocupación, ante el naufragio de la candidata presidencia de la oposición, Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz. El malestar se genera porque se empieza a ver a la aspirante como el principal lastre para que el albiazul pueda competir por la gubernatura, la capital del estado y la mayoría del Congreso local en el actual proceso electoral.
Por eso han empezado a surgir opiniones favorables –entre el sector duro del panismo tradicional– a que se discuta la pertinencia de cambiar a la abanderada, antes de que sea tarde y provoque una humillante derrota del partido de la derecha, como la que se vivió en 2018 cuando Andrés Manuel López Obrador, el candidato de las izquierdas, vapuleó a Ricardo Anaya Cortés, el aspirante albiazul, que fue superado por casi 31 puntos, una diferencia que equivalió a 17.5 millones de votos.
Ahora Xóchitl Gálvez se ubica en promedio, entre 24 y 35 puntos debajo de Claudia Sheinbaum, la candidata de Morena, según las encuestadoras más serias.
No hay un solo sondeo, a excepción de los que se levantan en redes sociales que no son confiables, que ubique a la senadora panista a menos de 18 puntos de su oponente de la 4T.
Por esa razón en muy poco tiempo, entre septiembre y noviembre de este año, en el panismo poblano se pasó de la esperanza, del optimismo, a un desánimo de lo que está pasando con la aspirante presidencial.
A finales de septiembre, Gálvez realizó actividades proselitistas en Puebla en las que logró reunir a todas las fuerzas internas del panismo y a varios grupos sociales que no militan en el partido de la derecha. Sorprendió su capacidad de convocatoria.
En aquella ocasión los comentarios generalizados que hubo luego de la visita, es que por primera vez emergía un verdadero líder de la oposición, que podía articular en un solo frente a todos los electores inconformes con el presidente Andrés Manuel López Obrador y, en general, a los ciudadanos indecisos que siempre deciden al último el sentido de sus sufragios.
Fuera del mal sabor de boca que dejó Gálvez por impulsar –en esa gira de Puebla– a la senadora Nadia Navarro como aspirante a la gubernatura, pese al fuerte liderazgo que ya construyó el edil de la capital, Eduardo Rivera Pérez, todo lo demás significó un tanque de oxígeno al proyecto electoral del PAN a nivel local.
Incluso se dice que el impacto positivo provocado por Xóchitl Gálvez motivó a que en el grupo político de Eduardo Rivera se tomara la esperada decisión de que sí va a buscar la candidatura a la gubernatura, luego de que el edil panista había sugerido que podía optar por otras rutas electorales, como reelegirse o buscar ser senador de la República.
Dos meses más tarde ese ánimo ya se había perdido. La última visita de Xóchitl Gálvez a Puebla causó mucho enojo en importantes liderazgos del blanquiazul, debido a que la candidata venía acompañada de Alejandro Moreno Cárdenas –Alito–, el dirigente nacional del PRI.
Lo que más molestó a muchos es que fue Alito, y no Xóchitl Gálvez, durante un masivo encuentro con las bases priistas, quien le diera el espaldarazo a Mario Riestra Piña para que sea el próximo candidato del PRIAN a la alcaldía de la ciudad de Puebla.
Una situación que refleja cómo la abanderada no tiene el control sobre los partidos que la postularon. Ella camina en una dirección y las dirigencias del PRI, el PAN y el PRD transitan en otro sendero.
En 2021, núcleos de panistas poblanos dirigieron una carta a la dirección nacional del PAN exigiendo que se rompiera la alianza con el PRI, al considerar que los escándalos de corrupción de Alito dañaron el desempeño electoral del panismo en todos aquellos estados en que se renovaron gubernaturas.
Dicho malestar no se ha borrado. Puebla es uno de los estados en que se tiene la opinión, entre las huestes del partido de la derecha, de que el PRI es una carga negativa y no ayuda a avanzar electoralmente.
Pero más allá del tema de Alito, el enojo que se percibió en la gira de hace un mes se derivaba de que la abanderada de la oposición no prende, no emociona, no se le ve como una aspirante fuerte.
Los últimos estudios demoscópicos arrojan que no hay positivos en la campaña de Xóchitl Gálvez. Todo son yerros o noticias negativas. Se habla mucho de la panista porque no levanta en las encuestas, se equivoca en su discurso; crítica a sus aliados y luego se disculpa; y se le nota indolente ante las divisiones y conflictos que hay en el PRI, el PAN y el PRD, por la disputa de candidaturas federales y locales.