Si el presidente Andrés Manuel López Obrador y su eventual sucesora Claudia Sheinbaum Pardo ya saben quién será el candidato a gobernador o gobernadora de Puebla por Morena, ninguno de los dos se lo ha transmitido al presunto afortunado, pues de ser así no habrían continuado las campañas de promoción personal que aun con el impedimento explícito del partido político al que pertenecen siguió colmando las redes sociales durante todo el fin de semana, incluido el domingo.
Que los aspirantes a convertirse en coordinador estatal de los comités de defensa de la 4T en Puebla trataran de permanecer vigentes a través de diversos y variados instrumentos de propaganda política solo confirma las versiones llegadas desde la capital del país, que aseguran que incluso iniciada la semana de las definiciones en Morena, del anuncio de sus virtuales candidatos a gobernador en ocho estados y en la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, los jerarcas de ese instituto político no se han decantado por uno de los contendientes, al menos no de manera medianamente pública.
La indefinición, entonces, ha conducido a dos bloques de especulaciones.
Uno afirma que en estos días se realizará otra encuesta de preferencias electorales, adicionales a las que se hicieron ya, para terminar de confirmar las tendencias mostradas en los primeros estudios de opinión y sacar por fin a un ganador (o ganadora) inobjetable, y otro señala que ya se tiene el nombre del futuro candidato y que solo se tendrán que hacer las negociaciones correspondientes para llegar al viernes 10 de noviembre, fecha prevista para dar a conocer a los nueve coordinadores estatales, con los anuncios planchados.
Realizar una nueva encuesta para el caso de Puebla parece un esfuerzo innecesario si lo que el presidente López Obrador y su candidata Sheinbaum requieren es armar una investigación sobre intención de voto que justifique la designación que traen en mente.
Armar la encuesta en uno de los escritorios de Palacio Nacional o el CEN de Morena sería menos complicado y más rápido, por lo que suena más coherente la historia del segundo bloque, aquella que expone que los cuatro días previos al anuncio formal se utilizarán para negociar la aceptación de los perdedores, sobre todo de aquellos que hayan terminado muy cerca del ganador, o incluso arriba de él, en las encuestas elaboradas.
La expresión que advierte que “no necesariamente será coordinador estatal quien gane la encuesta”, de Mario Delgado Carrillo, alentó todavía más las suspicacias existentes en el partido presidencial.
También incrementó la desconfianza.
Pero la opinión de los demás es algo que nunca ha interesado mucho a López Obrador, dueño de Morena y factor clave en todas las decisiones relevantes dentro de ese partido.
Sábado y domingo estuvieron aún muy activos en redes sociales Alejandro Armenta Mier, Ignacio Mier Velazco, Olivia Salomón Vibaldo y Julio Huerta Gómez.
Un poco menos movidos aparecieron Lizeth Sánchez García y Rodrigo Abdala Dartigues.
La que abandonó la actividad desde media semana fue Claudia Rivera Vivanco.
Salvo el caso de la expresidenta municipal de Puebla, que es quien más ha respetado las directrices del partido y se ha conducido con prudencia, por falta de dinero, dirán unos, o por respeto a la institución política, dirán otros, los demás contendientes exhiben sus ansias por influir (si es que todavía pueden) en el último tramo de la carrera que llegará a su fin el viernes.
Como partido hegemónico, nada le preocupa a Morena.
Pero sus líderes harán bien en considerar que en el bando del PAN y sus partidos aliados cruzan los dedos para que la contienda interna deje fracturas incurables.
Ese es el riesgo que habrán de sortear esta semana.
X: @jorgerdzc