La resistencia que se está observando en el PAN de cederle al PRI la candidatura a la alcaldía de la capital no es un asunto nuevo, se empezó a gestar en las dos últimas semanas de mayo de 2022, cuando militantes panistas de Puebla, Aguascalientes, Tamaulipas y Durango, entre otros estados, suscribieron una carta enviada a la dirigencia nacional del albiazul exponiendo que la alianza electoral con el tricolor y en particular, con Alejandro Moreno Cárdenas Alito, el líder priista, tenían que terminar o reducirse para no poner en riesgo los comicios de 2024.
Un fragmento de ese documento decía: “No somos pocos los panistas que nos sentimos profundamente ofendidos por la alianza con los que han sido los principales enemigos de lo que representamos: el PRI… los escándalos de lavado de dinero que hoy rodean al dirigente del PRI, Alejandro Moreno, es el último y más peligroso síntoma de degradación que vivimos”.
En aquella misiva se pedía terminar ya la coalición con el PRI y Alito, o en su defecto, que el PAN abogara por quedarse con las principales candidaturas –en el proceso electoral de 2024– como una manera de reducir el llamado voto antipriista.
Que es lo que ahora pretende hacer el grupo político de Eduardo Rivera Pérez, el edil de la capital y líder nato del PAN en el estado, que está peleando para que sean panistas los aspirantes a gobernador y alcalde de Puebla en la contienda del próximo año, y al tricolor se le otorguen otras posiciones, como es pelear por espacios en el Congreso de la Unión.
De esa forma, el PAN quiere desconocer un acuerdo pactado previo al proceso electoral de 2021, mediante el cual se convenció al PRI poblano de hacer en ese entonces por primera vez una alianza con el albiazul –luego de tres décadas de rivalidad en las urnas–, a cambio de que en la sucesión de 2024 las candidaturas para el gobierno del estado fuera para el Partido Acción Nacional y la de la Angelópolis, para el Partido Revolucionario Institucional.
Hace dos años les fue bien a panistas y priistas competir juntos en Puebla. En la actualidad, esa visión ha cambiado radicalmente, hay voces internas en el PAN local que están convencidas que al partido de la derecha le podría ir mejor en los comicios que se avecinan si compite solo, que cargar con la imagen de corrupción que se ha vuelto inherente al PRI, pero sobre todo al dirigente Alito.
Esa opinión se nutre de la amarga experiencia que se vivió con los escándalos que se destaparon contra Alito –en 2022– desde el gobierno de la mandataria de Campeche, Layda Sansores San Román, en donde se filtraron audios en que se escucha al dirigente tricolor presuntamente extorsionando a empresarios y malversando las prerrogativas públicas del PRI.
Dicho rechazo panista al tricolor parece estar justificado, pues varias de las encuestas que han medido el panorama electoral de Puebla en este año advierten que el PRI carga negativos que van del 40 y hasta el 53 por ciento, lo que significa un rechazo brutal de los votantes. Ese lastre es más alto que el registrado en 2010, cuando el tricolor por primera vez perdió la gubernatura y en esa época sus negativos oscilaban entre el 30 y el 35 por ciento.
Entendibles esas cifras por la mala imagen de Alito; del exgobernador Mario Marín Torres, “el góber precioso”, que está en la cárcel por el delito de tortura, y de Javier López Zavala, el excandidato tricolor a la gubernatura que está en prisión por ser un presunto feminicida.
Ahora el PAN está en el dilema de que necesita los votos del PRI para meterse a la competencia de la gubernatura, pero al mismo tiempo le pesa la mala imagen del tricolor, que solo acarrean rechazos del electorado. Un esquema muy complicado.
2022, el año de la debacle de la oposición
¿Por qué brotó en las últimas semanas de mayo de 2022 el clima de malestar de panistas contra el PRI?
Por una razón de mucho peso: en ese periodo de mayo se estaba a unos días de los comicios para renovar mandatarios en seis estados del país que, hasta esa fecha, eran gobernados cuatro por el PAN y dos por el PRI. Pero las encuestas ya advertían que se aproximaba una monumental catástrofe electoral de la oposición. Y así ocurrió.
En las votaciones del 5 de junio de 2022, Morena ganó cuatro de las seis gubernaturas en juego, con lo cual la 4T llegó a 23 triunfos en los estados a lo largo del sexenio, que se incrementó a 24 este año con la victoria en el Estado de México, que antes era el territorio más emblemático del PRI.
En 2022, Morena le ganó al PRI en una proporción de dos a uno en las elecciones de Oaxaca e Hidalgo, luego de que esas entidades habían sido bastiones priistas.
El resultado de Quintana Roo fue humillante para el PRI, al quedar en cuarto lugar de las votaciones y perder el registro de partido político local. El tricolor en 2022 se quedó solo con dos gubernaturas, luego de que 10 años antes tenía 15. Ahora en 2023, se ha quedado con una sola demarcación: Coahuila.
Mientras que el PAN redujo sus gubernaturas de siete a seis, con la particularidad de que, en Aguascalientes, en 2022, muchos panistas llamaron a votar contra la entonces candidata albiazul, Teresa Jiménez, quien aunque se asume militante de Acción Nacional, la gente la ubica como una mujer cercana a Alito, lo que no gusta a las bases conservadoras del partido de la derecha.
La percepción surgida en el panismo de Puebla, Aguascalientes, Tamaulipas y Durango es que el PRI en lugar de hacer crecer a la oposición, la hundió en las contiendas del año anterior.
Por eso, en otro fragmento, de la carta de los panistas que se hace alusión en esta columna se leía:
“La fortaleza de nuestro partido descansa en nosotros, y rumbo al 2024, debemos trabajar para limpiar de manera integral las siglas del PAN. No más alianzas con el PRI, no más votos de confianza a Alejandro Moreno, no más candidatos y candidatas que no representan lo que es el PAN”.