El proceso para la definición de candidata presidencial en el Frente Amplio por México deja varias enseñanzas a los dirigentes y aspirantes a puestos de elección popular de los tres partidos que integran esa coalición en el estado de Puebla, pero hay una relevante en particular porque sirvió para llevar la contienda sin abolladuras difíciles de reparar al final del camino: el pragmatismo.
Ahora que toca el turno a los panistas, priistas y perredistas de Puebla comenzar la repartición de las candidaturas que habrán de inscribir en conjunto el próximo año, bien harán en revisar con lupa lo acontecido a nivel nacional, después de que el proceso interno para establecer candidato a la Presidencia arrancó con más de una docena de aspirantes y terminó con una precandidatura de unidad.
Si quieren llegar a las urnas con posibilidades de triunfo, tanto Augusta Díaz de Rivera, del PAN, como Néstor Camarillo y Carlos Martínez, del PRI y el PRD, respectivamente, deberán fijarse como una de sus metas principales el desarrollo de un proceso interno aseado y transparente, de manera que no quede tierra fértil para divisiones y traiciones.
La contienda que encumbró a Xóchitl Gálvez fue elocuente en muestras de pragmatismo político tendiente a evitar fracturas irremediables y las dos que se llevaron el mayor peso por su trascendencia fueron las de Santiago Creel, primero, y de Beatriz Paredes, después.
Creel abandonó la competencia y declinó a favor de Xóchitl una vez que tuvo claro que en el PAN no gozaba de la mayoría de las simpatías y que su permanencia hasta el día de la votación interna, que sería el domingo 3 de septiembre, pondría en peligro la victoria de su correligionaria al dividir el apoyo de los panistas entre dos aspirantes.
Si Creel seguía adelante no solo habría perdido él, sino también, en una de esas, la otra aspirante de su partido.
Esa fue una decisión basada en el pragmatismo, en la inteligencia de saber qué posibilidades reales se tienen de ganar y en la capacidad de medir las consecuencias negativas para el equipo al que perteneces, en este caso el PAN.
Con su renuncia a competir, el legislador federal se ganó el reconocimiento del blanquiazul y puso los cimientos para otro gran acto de pragmatismo político que vendría días después, la declinación de la priista Beatriz Paredes.
Lopezobradoristas y críticos del frente opositor culparon al líder nacional del PRI de este hecho y se apresuraron a hacer elucubraciones en torno a los supuestos motivos de Alejandro Moreno para bajar a su candidata, como si la exgobernadora de Tlaxcala hubiese estado por encima de la senadora en las encuestas de preferencia electoral y hubiese representado un riesgo para la continuidad de Morena.
Nada de eso.
Moreno, Paredes y otros liderazgos del viejo PRI decidieron declinar antes del día de las votaciones ante la imposibilidad de ganarle a Gálvez y el deseo de mantener vigente una coalición opositora que va cocinándose a fuego lento.
Ahí quedó otra vez de manifiesto el pragmatismo, en donde poner al mejor candidato(a) es lo único que importa, siempre y cuando, atención aquí, se quiera pelear para ganar.
Ayer, al término del festejo celebrado en Puebla por la unción de Xóchitl Gálvez en la capital del país, Augusta Díaz, Néstor Camarillo y Carlos Martínez evidenciaron la existencia de puntos de vista distintos para abordar el proceso de definición de su candidato a gobernador.
Mientras la líder del PAN se pronunció por celebrar un acuerdo político, los dirigentes de PRI y PRD se inclinaron por aplicar encuestas.
Diferencias habrá muchas en el largo proceso de negociaciones que apenas empieza.
Lo que habrá que ver es si los opositores poblanos tienen esa misma capacidad para ubicar a sus mejores candidatos y lanzarlos a la arena electoral por encima de intereses particulares.
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