¿Qué pudo haber alentado a Eduardo Rivera a decantarse por la candidatura al Gobierno del estado cuando parecía coquetear, o titubear, como usted prefiera, con las posibilidades del Senado y la reelección en la Presidencia Municipal de Puebla?
El alcalde es un político acostumbrado a guardar bien sus secretos, a trazar planes y trabajar para ellos en el máximo sigilo, pero al interior del PAN se comenta que ese factor definitivo tiene que ver con la irrupción de la senadora Xóchitl Gálvez en el escenario nacional.
Con esa lógica se trataba de anticipar desde fuera la decisión política que tomaría Eduardo Rivera una vez que se cumplieran los plazos para inscribirse en el proceso interno del blanquiazul y sus partidos aliados en el frente opositor.
Xóchitl Gálvez, sin embargo, ha mostrado a los panistas como Eduardo Rivera que no siempre hay que ir a la segura, es decir, con encuestas en mano que pronostiquen un triunfo arrollador, para lanzarse a la aventura en busca del objetivo mayor.
La senadora nacida hace 60 años en Hidalgo era hasta antes de junio aspirante a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, lugar en el que tenía más posibilidades de ganar de acuerdo con los resultados electorales de 2021, cuando el PAN y sus partidos aliados se hicieron de la mitad de las alcaldías, pese a la simpatía mayoritariamente perredista y luego morenista que inundó a la capital del país desde finales del siglo pasado.
Después del 12 de junio la historia cambió.
Gálvez se viralizó en redes por reclamar su derecho de réplica a López Obrador en la puerta de Palacio Nacional y modificó la ruta electoral, sin importar que la contienda de presidente de la República sea una apuesta prácticamente imposible para la oposición, con todo y que en muy poco tiempo se haya convertido en la esperanza de un sector importante del país para echar del gobierno a la 4T.
Aun con las evidentes dificultades por delante, la senadora dijo que sí a su partido y a su dirigente y aceptó ser el estandarte de una lucha que antes de ir a la arena constitucional tendrá que librar la aduana llamada Beatriz Paredes en una consulta.
El punto es que Gálvez se ha olvidado de la Jefatura de Gobierno y ha declinado a la reelección en el Senado para aceptar el gran reto, a pesar de las casas encuestadoras y los estudios de opinión poco alentadores.
Ese acontecimiento, mirarse en el espejo de Xóchitl Gálvez, es el que pudo haber llevado a Eduardo Rivera a tomar una definición, según comparten algunas fuentes de su partido, en medio de las dudas que tenía.
Tal vez sea cierto.
¿Qué mensaje mandaría el mejor aspirante del PAN al darse por vencido antes de ir al campo de batalla?
Tras un acto de esas características, frente a un cambio de ruta para ir a una elección más cómoda, o menos difícil, los opositores emprenderían la retirada y se anticiparía, ahora sí, una estruendosa derrota para ellos en todos los frentes.
Eduardo Rivera tenía que asumir el compromiso (ya lo hizo) y erigirse en el líder del ejército electoral, lo que, según se ha acordado, sucederá a finales de año.
Así de trascendente ha sido la incursión de Gálvez.
Fuera de eso, no obstante, hay otra variable que anotar.
Ganar el Senado o conseguir la reelección en Palacio Municipal, las otras dos opciones de Rivera, tampoco son objetivos sencillos.
Esto también pudo haber influido en el ánimo del alcalde, que, lo que sea que elija, requerirá de todos sus talentos y una enorme dosis de buena suerte, de circunstancias favorables, para ganar.
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