Cuando Marcelo Ebrard propuso en junio pasado a Andrés Manuel López Beltrán, hijo del presidente mexicano, como secretario de la cuarta transformación de su futuro e hipotético gobierno, algunos poblanos vieron una similitud del excanciller con el senador Alejandro Armenta, al exhibir la imperiosa necesidad de ganarse los afectos del mandatario a partir de un acto extremo de adulación.
“¿Cómo iba a resistirse Andrés Manuel (padre) a una propuesta tan generosa como esa, la de poner a su vástago al frente de la salvaguarda de los ideales del movimiento en el siguiente sexenio, el de la transición?”, se habrá planteado un ingenuo Ebrard, con el fin de que, como consecuencia de ese hecho, el presidente inclinara las estructuras institucionales en favor de él.
Ebrard no obtuvo el resultado deseado con la lisonja y el camino de la definición de candidato presidencial en Morena y la 4T siguió por la ruta que ya venía, con Claudia Sheinbaum en la punta.
La ideota, sin embargo, sirvió para confirmar la debilidad política del excanciller en este proceso de sucesión: la falta de cercanía con el presidente.
Por eso fue que los poblanos metidos en la elección de gobernador vieron en ese acontecimiento un reflejo de lo ocurrido localmente con Armenta.
Del senador se afirma que carece de lazos afectivos con el inquilino de Palacio Nacional y que por eso, o principalmente por eso, no será candidato a gobernador.
No en Morena.
De manera irónica, la especie ha sido asumida como verdadera gracias a los esfuerzos cotidianos del propio Armenta por congraciarse con Andrés Manuel López Obrador.
Si presenta una iniciativa de ley en el senado, dice que es en apoyo al presidente; si se lanza contra los integrantes del Poder Judicial, también; si siembra un árbol en algún rincón de la Sierra Norte o sale una mañana cualquiera a caminar con su perro, lo mismo.
Al menos en público, parece que el senador vive y respira para López Obrador.
Y eso no está mal, es su estrategia.
López Obrador ha provocado esas actitudes al convertirse en un personaje dictatorial y autoritario, dueño no solo del gobierno que encabeza, sino también del partido político que fundó.
La necesidad de Ebrard por entrar al círculo del mandatario y volverse su corcholata favorita ha sido vista como una característica común con Armenta, pero las comparaciones no pararon ahí.
Ahora mismo, después de que el también ex jefe de Gobierno de la Ciudad de México causó una revuelta en Morena por inconformarse con el favoritismo interno e institucional para Sheinbaum, las miradas han vuelto a centrarse en el senador.
“¿Qué hará Alejandro Armenta una vez que confirme que el establecimiento de las reglas y la selección de las empresas encuestadoras para definir candidato a gobernador de Puebla llevan dedicatoria para favorecer a otro aspirante, en caso de que así suceda?”, se pregunta el respetable.
“¿Levantará la voz, ahora sí, para protestar, señalar las irregularidades y denunciar la inexistencia de un proceso limpio, como ha hecho Marcelo Ebrard?”, añade.
La respuesta a esas dos interrogantes solo la tiene el aludido.
Es muy probable que a estas alturas de la contienda de gobernador ya haya planteado todos los caminos posibles y trazado estrategias para conducirse en cada uno de ellos.
Lo único que ha salido de su equipo de colaboradores, hasta ahora, es que, a diferencia de lo que se piensa, y en sintonía, otra vez, con Ebrard, no abandonará Morena para ir a Movimiento Ciudadano ni al PAN.
Twitter: @jorgerdzc