Más de una semana ha pasado desde que el presidente municipal de Puebla “destapó” a siete de sus compañeros de la oposición para armar un bloque de aspirantes al gobierno del estado que lo arropara en su travesía, pero prácticamente ninguno de ellos le ha seguido el juego, lo que confirma que esa expresión obedeció más a una mera ocurrencia que a un plan orquestado para ganar espacios en la discusión pública.
Salvo Nadia Navarro Acevedo, que ya se había lanzado a la aventura para competir por la postulación de la alianza opositora, los demás personajes respondieron con silencio, dejando sin posibilidad de reverberación la intentona de Eduardo Rivera Pérez por meter a su partido y a sus aliados en los sitios de debate de los medios de comunicación y las redes sociales.
Explicación solo hay una: ninguno asumió como auténtica la invitación indirecta del alcalde de la capital para participar en el proceso de sucesión de gobernador.
Blanca Alcalá Ruiz quiere ser senadora y lo ha reconocido en público.
Humberto Aguilar Coronado se dará por bien servido con que le permitan reelegirse en la diputación federal.
Ana Teresa Aranda Orozco tiene en su mesa la promesa de ser candidata al senado.
Mario Riestra Piña va en la ruta de la presidencia municipal de Puebla.
Carolina Beauregard Martínez está en la misma situación que Aguilar.
Y Jorge Estefan Chidiac aspira a retornar al Congreso de la Unión, de preferencia en el senado.
El movimiento falló y dejó al aspirante panista en idénticas condiciones a las que ya existían hasta antes de emitir esa declaración: con una parte importante de la opinión pública, donde cohabitan por igual actores políticos y ciudadanos de a pie, jurando que Rivera Pérez ha decidido replegarse, valorar mejor las circunstancias y en una de esas descartarse como el virtual candidato de la oposición al gobierno del estado.
Incluso al interior del ayuntamiento de Puebla hay incertidumbre.
Los más cercanos al alcalde aseguran que mantiene vigente su deseo de pelear por la gubernatura, pero no ofrecen pruebas ni argumentos que otorguen credibilidad a la afirmación, lo que ha llevado a un sector de funcionarios de segundo y tercer nivel a creer que eso no ocurrirá, que su otrora gallo para la gubernatura ya no lo es y que tendrán que replantear, todos, como equipo, su participación en el próximo proceso electoral.
En el año 2021, Eduardo Rivera se hizo de la presidencia municipal sin grandes complicaciones. Primero luchó contra la oposición de Genoveva Huerta y Eduardo Alcántara en una batalla que se libró tras bambalinas, en los pasillos ocultos del PAN. Luego salió a combatir en una elección constitucional que se asumió sin complicaciones gracias a la desaprobación social de su contrincante, Claudia Rivera Vivanco.
Hoy puede asegurarse que, en términos generales, transcurrió por una competencia tersa.
La del 2024, sin embargo, no será así.
A diferencia de lo que sucedió hace dos años, esta vez no tiene oposición interna para ganar la candidatura. De hecho, se supone, ya es suya.
La auténtica pelea, la más difícil, se dará en la constitucional, contra Morena y su batería de candidatos, entre quienes estarán no solo el abanderado a gobernador, sino también, y quizá en primer lugar, el aspirante presidencial.
La indecisión que transmite ahora mismo el presidente municipal puede pasarle factura en el futuro, así que, tal vez, es momento de repensar la estrategia y el (mal) mensaje que se da a los simpatizantes de su alianza.
Twitter: @jorgerdzc