Morena parece ser un partido condenado a estar en guerra permanente entre sus diferentes expresiones, como en antaño ocurrió en el PRD.
Una vez concluido el proceso electoral, sus diferentes “tribus” ya volvieron a entrar en conflicto, en una lucha bastante anticipada por hacerse de la candidatura a la presidencia de la República, lo que quedó evidenciado a través de la publicación a ocho columnas del periódico de New York Times, quien señaló a detalle que las fallas estructurales de la Línea 12 del metro, la cual se desplomó en Tláhuac, correspondían a las prisas con las que se llevó a cabo la construcción del Metro, durante la gestión de Marcelo Ebrard.
Esta filtración, de inmediato, desató los demonios al interior de este partido político, Ebrard tomó el acuse de recibo y su gente señaló a la gobernadora de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, de haber sido la mano que meció la cuna en el asunto de la línea 12. La respuesta no se hizo esperar, ya que, a través de un tuiter, se dio a conocer que la mamá de Sheinbaum, formó parte del grupo que sacó su dinero de México para enviarlo a “paraísos fiscales” en donde no se pagan impuestos, los “Panamá Papers”.
Para encender más la hoguera, el presidente López entró al quite y a su vez culpó, como siempre, a los “conservadores” de haber sido la mano que se encargó de la filtración al de NYT y afirmó que la baraja para su sucesión es todavía más amplia, al agregar los nombres de Juan Ramón de la Fuente y Esteban Moctezuma Barragán, entre otros e ignorar al del líder del Senado, el zacatecano, Ricardo Monreal, quien también se dio por aludido y se agregó el solo a la lista.
Todo esto evidencia como Morena se va a dividir rumbo al 2024 y no será la otrora “todo poderosa” maquinaria electoral, la cual arrasó en las votaciones del 2018.
El propio presidente López lo sabe, no hay ninguna figura al interior de su partido que pueda aglutinar a todas las “expresiones” que ya existen dentro de Morena.
La ambición se ha desatado en el seno del nuevo “partidazo” y difícilmente alguien va a poder sumar a todas las expresiones, tal vez por esta misma razón, López aún explora la posibilidad de la ampliación del mandato, vía el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldívar, un poco por necesidad y otra, porque el caudillo no piensa dejar el poder tan fácilmente.
Como es lógico lo que ocurre en el plano nacional, lo debemos también de traducir al caso Puebla, en donde la división ya cobró su primera víctima en la persona de la aún presidenta municipal, Claudia Rivera Vivanco, quien cayó derrotada ante su adversario el panista, Eduardo Rivera Pérez.
La nueva lucha en Morena se va a centrar en los próximos días en la dirigencia estatal de este partido, ya que se debe de renovar a los órganos de control aquí en Puebla, manejados por Edgar Garmendia, un verdadero inútil, pero en realidad bajo la operación del senador, Alejandro Armenta Mier.
Para suceder a Edgar Garmendia ya levantó la mano el ex líder del Congreso local, Gabriel Biestro Medinilla, quien se quedó al margen de la candidatura de Morena a la presidencia municipal de Puebla y tiene cuentas pendientes tanto con la dirigencia nacional de su partido, como con su adversaria, Claudia Rivera, quien le ganó la candidatura.
Y halando de Claudia Rivera, la aún alcaldesa capitalina, también ya levantó la mano, para hacerse del control de la dirigencia estatal del partido del presidente López, lo cual va agudizar aún más las diferencias que existen con Biestro y por ende con el gobernador del Estado.
Para el futuro de Morena va a resultar vital cual va de los dos bandos se logra quedar con la dirigencia estatal, ya que, aunque la candidatura a la gubernatura no se definirá en Puebla, si tendrá mucho que ver, hacia donde opera la estructura gubernamental.
Ya está visto que, sin el apoyo del gobernador, difícilmente se pueden ganar elecciones y menos teniéndolo en contra.
Claudia Rivera busca la revancha, se sintió traicionada por todos los principales actores políticos de la entidad y va a querer pasarle la factura a todos y cada uno de ellos.
La división nacional y a nivel local, aderezada con el pleito con el partido Verde, satélite de Morena en las últimas elecciones, no auguran nada bueno para el partido del presidente López, el cual, puede autodestruirse en el 2024. Al tiempo.
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Ilustración: Alejandro Medina