Cuando el reloj marcaba las cuatro de la mañana, Hilario, un peregrino de 42 años originario de la colonia Azcarate en Puebla capital, ajustó las agujetas de sus tenis ya gastados y levantó la imagen de la Virgen de Guadalupe que heredó de su madre. Como miles de poblanos cada año, inició el camino hacia la Basílica del Tepeyac, un recorrido que no solo exige fe y resistencia, sino también una inversión económica que pocos dimensionan.
Hilario forma parte de los 150 mil peregrinos provenientes de Puebla que se unirán al río humano que, entre el 6 y 15 de diciembre, sumará hasta 13.2 millones de visitantes en la Basílica, según la Alcaldía Gustavo A. Madero de Ciudad de México. Este flujo masivo dejará una derrama económica histórica de 21.7 mil millones de pesos, de acuerdo con la Concanaco Servytur, 8.5% más que el año pasado.
Un camino de fe… y de gastos
Aunque muchos creen que peregrinar a pie es “gratis”, Hilario lleva en la mochila no solo agua, cobijas y pan dulce, sino también el cálculo de lo que gastará este año:
- Alimentos: 150 a 300 pesos por día
- Bebidas y botanas: 60 a 120 pesos
- Artículos religiosos: 100 a 400 pesos
- Transporte de regreso: 120 a 200 pesos
- Hospedaje eventual: 250 a 600 pesos (si el cansancio vence)
El gasto total por peregrino puede oscilar entre 260 y mil 800 pesos, según la Cámara Nacional de Comercio de la Ciudad de México (Canaco-CDMX). Para algunos grupos provenientes de estados lejanos, la cifra incluso se duplica.
Mientras avanza por la ruta de Paso de Cortés, entre el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl –el trayecto histórico que une Puebla con el Valle de México–, Hilario recuerda por qué hace este esfuerzo:
“Es por promesa… por agradecimiento de salud. Es duro, pero la Virgencita lo vale”, dice mientras retoma el paso con otros caminantes.
Una tradición que mueve la economía
De acuerdo con Concanaco, la fe guadalupana es también un motor económico.
Cada peregrino consume algo: desde flores y veladoras hasta comida rápida, artesanías, ropa o alojamiento.
Los más beneficiados son:
- Comercios de artículos religiosos
- Restaurantes y puestos de comida
- Hoteles y casas de huéspedes
- Transporte público y privado
- Minisúper y abarrotes
- Artesanos y vendedores de ropa o recuerdos
La derrama estimada para la Ciudad de México supera incluso la del Gran Premio de Fórmula 1, que el año pasado dejó 20 mil millones.
“Cada peregrino representa familias que se trasladan, se hospedan, consumen y dinamizan la economía local”, declaró el presidente de Concanaco Servytur, Octavio de la Torre de Stéffano.
Fe y riesgo en el camino
El camino, sin embargo, no es sencillo.
Los peregrinos enfrentan:
- Tramos solitarios donde ocurren robos
- Accidentes viales, sobre todo en la autopista México-Puebla
- Frío extremo en zonas altas
- Problemas respiratorios por las aglomeraciones
- Deshidratación y agotamiento físico
Por ello, Hilario y su grupo avanzan en convoy, se turnan para vigilar mochilas y siguen rutas seguras. “La Virgencita nos cuida, pero uno también tiene que poner de su parte”, comenta.
El gran operativo de seguridad en la CDMX
Para recibir a millones de fieles, el Gobierno de la Ciudad de México implementó uno de los mayores operativos del año.
La jefa de Gobierno, Clara Brugada Molina, informó que del 5 al 14 de diciembre estarán desplegados:
- 5 mil 080 policías
- 255 patrullas
- 13 ambulancias
- 5 motoambulancias
- 2 helicópteros
- Refuerzo de seguridad en el Metro
- Brigadistas en zonas de alta afluencia
- Módulos de traductores bilingües
- Información en tiempo real sobre cierres viales y transporte público
“Hago un llamado a los capitalinos para recibir a los peregrinos con hospitalidad y cariño”, dijo Brugada, en busca de superar la derrama económica del año pasado: mil 600 millones de pesos solo por el 12 de diciembre.
Llegar a casa del milagro
Tras cuatro días de camino y noches frías en comunidades intermedias, Hilario llegará al Tepeyac entre el 11 y 12 de diciembre junto a miles de devotos que cantarán “Las Mañanitas” a la Virgen.
“Cuando cruzas la reja de la Basílica, todo vale la pena”, cuenta con una sonrisa cansada pero firme.
Dejará flores, una vela y una lista de peticiones. Tomará misa. Comprará una pequeña estampa para su hija. Y regresará a Puebla ya pensando en el próximo año.
Porque, al final, para él y millones más, la peregrinación no es un gasto: es una promesa.
Las raíces de la fe
La tradición de peregrinar al Tepeyac tiene sus raíces en las apariciones de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego en 1531, un episodio que marcó profundamente la historia religiosa y cultural de México. Según los relatos, la Virgen se manifestó cuatro veces al indígena chichimeca convertido al cristianismo y le pidió que se construyera un templo en ese cerro, lugar sagrado desde tiempos prehispánicos. Como prueba de autenticidad, dejó su imagen plasmada milagrosamente en la tilma de Juan Diego, un acontecimiento que consolidó la devoción guadalupana y la convirtió en un símbolo poderoso de mestizaje, identidad y protección espiritual.
Con el paso de los siglos, la figura de la Virgen de Guadalupe se transformó en un emblema nacional: acompañó procesos históricos como la evangelización, la Independencia, la Revolución y diversos movimientos sociales. Su imagen, asociada a la maternidad, el refugio, la unidad y la esperanza, se volvió el referente espiritual más fuerte del país. De ahí que las peregrinaciones no solo sean un acto religioso, sino una expresión colectiva de identidad cultural, gratitud y comunidad, transmitida de generación en generación.
Los peregrinos caminan para dar gracias, pedir un milagro, cumplir una promesa o simplemente reafirmar su fe. Muchos relatan haber recibido favores como salud, trabajo o protección familiar, y consideran el esfuerzo físico como parte del sacrificio espiritual. Para otros, la peregrinación es la oportunidad de vivir un encuentro íntimo con sus raíces, con sus familias y con miles de personas que comparten la misma devoción. Por eso, cada diciembre, millones emprenden el camino: porque más allá del cansancio y los gastos, el viaje hacia el Tepeyac representa un retorno simbólico al origen del mensaje guadalupano y una reafirmación de la identidad mexicana.





