El arte, una forma de expresión humana que siempre ha formado parte del discurso social. A lo largo de los años, ha demostrado que su impacto trasciende lo estético. Un retrato de una mujer desconocida puede convertirse en un símbolo universal, como lo es la Mona Lisa de Da Vinci. Sin embargo, el arte no solo crea; también destruye, resignifica y denuncia. Es una impresora de lo onírico e imaginario, pero también un espejo que refleja las tensiones, valores y contradicciones de la sociedad.
Pero ¿qué tienen en común una estatua decapitada y el retrato de la reina de Inglaterra con cabeza de simio? Ambas prácticas son manifestaciones del poder del arte para cuestionar, provocar y resignificar. Ambos métodos, que hacen del arte una práctica estridente y hasta de incomodidad, están en el centro de debates actuales sobre la influencia de las imágenes en nuestra memoria colectiva.
Alma Cardoso Martínez, coordinadora de la Licenciatura en Arte Contemporáneo de la Ibero Puebla, acompaña esta reflexión con una frase poderosísima: “El arte de alguna manera logró su cometido, que era disolverse en la vida”.
Y… ¿cuál es cuál?
La iconoclasia, por un lado, no es nueva: su práctica y representación existen desde el medievo, cuando la destrucción de imágenes religiosas se utilizaba para generar desbalances políticos y mostrar desacuerdo con ciertas ideologías.
Este movimiento destruye imágenes para cuestionar su valor histórico o simbólico. Un ejemplo actual y muy claro de esto, mencionado por José Luis Camacho Gazca, coordinador de la Licenciatura en Literatura y Filosofía de la Ibero Puebla, podría ser el derrumbe de la estatua de Edward Colston en Inglaterra.
El artivismo, por su parte, es una práctica bastante controversial, ya que hoy en día es muy criticada por ser más una “moda” artística. Pero Alma Cardoso hace mucho hincapié en que estas explosiones (no literalmente) de creatividad activa en espacios públicos buscan generar cambios concretos en lo social o político. El artivismo la mayoría de las veces pretende movilizar la imaginación política, mientras que la iconoclasia plantea preguntas incómodas.
Símbolos derrumbados, historias reescritas
Derribar una estatua o intervenir un mural no es solo un acto físico: es una declaración que desafía cómo recordamos nuestra historia. La iconoclasia tiene el poder de borrar o reescribir símbolos, como ocurrió en 2018 cuando feministas colocaron una pañoleta verde en la Diana Cazadora en Ciudad de México y en La Adelita en Chihuahua, como símbolo de resignificación a favor del aborto.
“Es más creativo intervenir que destruir. Cambiar el significado de un símbolo requiere mayor ingenio y genera un impacto más duradero”: José Luis Camacho
Sobre esto, ambos entrevistados afirmaron que este mismo pluralismo, crisis transnacionales y la resignificación o destrucción de iconos produce líneas muy borrosas sobre el estilo artístico que es propio de esta época. Hoy en día, estas mismas crisis, conflictos, desacuerdos y protestas hacen que nuestro llamado zeitgeist (espíritu de la época) se vea reflejado en esta discrepancia al momento de proponer un estilo.
Controversia vs. mensaje
En el mundo del artivismo e iconoclasia, la controversia a menudo acompaña al mensaje, pero esta dinámica puede diluir el propósito de la obra. Con las redes sociales difundiendo estos actos, es fácil que el escándalo haga un poco borrosa la intención original del artista.
Pero como indicó José Luis Camacho, el arte contemporáneo dentro de la era digital tiene una ventaja: “Hoy el artista tiene voz. Puede explicar por qué tomó ciertas decisiones, lo que enriquece el debate y permite a la audiencia decidir si cree en su mensaje o no”.
¿Hacia dónde va el arte?
En un mundo cada vez más diverso, el arte contemporáneo ha dejado atrás la idea de grandes estilos unificados. Ahora celebra el pluralismo y las tendencias locales, que reflejan los problemas y valores de cada sociedad. Como señaló Camacho Gazca, “hay una gran dificultad de establecer un estilo internacional antes eran grandes instancias las que lo proponían: las monarquías, las iglesias… y ahora responden a lo que está sucediendo en el momento, y es precisamente por eso que los artistas de repente toman estas decisiones”.