Dicen los que saben que la junta auxiliar San Francisco Totimehuacan lleva más de ocho años esperando que se cumpla una deuda histórica: recuperar su estatus como municipio, como lo fue antes del decreto de 1962 que lo anexó a Puebla capital.
No es una exigencia nueva, es una causa viva, alimentada por generaciones que no piden privilegios, sino justicia.
La misma justicia que el exgobernador Miguel Barbosa prometió en campaña… y luego enterró en el silencio de su sexenio.
Hoy, ese compromiso olvidado ha vuelto a escena.
El gobernador Alejandro Armenta tiene en sus manos no solo un trámite, sino la oportunidad de saldar una deuda con más de 186 mil personas.
Pero ¿por qué Totimehuacan no es una junta auxiliar cualquiera?: es la segunda con mayores ingresos en todo el municipio de Puebla, solo detrás de San Baltazar Campeche. Tiene identidad, historia, fuerza económica y voluntad ciudadana.
Pero la ruta es compleja, y nadie lo niega.
Se requiere que al menos el 70% de su población firme en apoyo a la iniciativa.
Se deben definir límites territoriales, resolver el tema catastral de miles de viviendas, reordenar escrituras y testamentos, y redistribuir las participaciones estatales para incluir a un nuevo municipio: el 218 de Puebla.
Los diputados también deben sumar al esfuerzo, no basta con escuchar, hay que actuar.
Las actuales asambleas comunitarias son un primer paso, pero la ciudadanía está atenta: esta vez no aceptará que le den la espalda. Ya aprendieron que las promesas sin acción no valen nada.
Y aunque algunos traten de justificar la inacción de gobiernos anteriores alegando que es una “tarea titánica”, la realidad es simple: si hay voluntad política, hay camino.
Lo que faltó fue compromiso. Miguel Barbosa prefirió mirar a otro lado. Armenta aún está a tiempo de mirar de frente y cumplir.
Dicen los que saben que la pregunta ya no es si es posible. La pregunta es si existe aún coraje político para cumplirle al pueblo o nuevamente quedará en promesa pendiente.
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