Mientras en Morena en Puebla sus aspirantes a la candidatura al gobierno del estado para el 2024 se miden, compiten y se destrozan, en la oposición el aspirante natural al mismo cargo, Eduardo Rivera Pérez, sigue tejiendo fino.
Y no se confía, ni mucho menos.
Más bien toma nota del vaivén político local y actúa en consecuencia.
Porque el fallecimiento del ex gobernador del estado Luis Miguel Barbosa Huerta provocó un reacomodo en la política aldeana.
Reajuste que en la oposición están viendo como una oportunidad porque se abrió la baraja.
Y una oportunidad de oro que permite llegar al 2024 con plan A y plan B, pero con posibilidades de triunfo.
Sobre todo porque en Morena, luego de la definición de su próximo candidato al gobierno, seguro que habrá un saldo negro y varios damnificados.
Líderes, militantes y simpatizantes ofendidos que no van a quedarse con los brazos cruzados.
Eso es lo que precisamente le interesa a Eduardo Rivera, quien, aunque se diga lo contrario, se encuentra en una posición cómoda: para reelegirse o para convertirse en abanderado al gobierno.
Por lo pronto, avanza y mantiene una ciudad distinta a la que gobernó Morena y Claudia Rivera Vivanco, quien nunca encontró el hilo de un gobierno con credibilidad, desarrollo y crecimiento.
La ciudad, hoy por hoy, es otra.
La maldita inseguridad, esa que se desborda en todo el país no sólo en Puebla, tal vez sea el talón de Aquiles del gobierno de Eduardo Rivera.
Sin embargo, el cambió se ha logrado.
Y eso es lo que busca el PAN y su edil más importante en Puebla.
Porque, insisto, mientras en Morena sus tiradores a la candidatura al gobierno se acribillan en los medios y en tierra firme, el futuro candidato de oposición los observa a detalle.
Ya llegará el momento de tomar decisiones, seguramente.
Mientras tanto, el panorama y la expectativa parecen buenos.
Una dupla entre Eduardo Rivera y la diputada federal Blanca Alcalá Ruiz, la priista con los mejores números en la capital, de cara al 2024, se antoja sabrosa.
Así lo demuestra Massive Caller en su última encuesta en la capital, donde ha decretado empate técnico.
Falta ver como actúa el PRI y sus posibles y futuros aliados.
Falta observar, también, en qué condiciones se da una alianza.
Porque insisto, las circunstancias políticas en Puebla, de cara al 2024, cambiaron.
Los aspirantes de Morena están desbordados y separados.
El senador Alejandro Armenta Mier, el más adelantado en las encuestas de la 4T, se mantiene visitando y recorriendo el estado, ofrece conferencias de prensa, encabeza reuniones con posibles aliados, despacha en el Senado y trabaja para seguir sumando números y poder convertirse en el mero gallo.
Ignacio Mier Velasco, primo de Armenta y coordinador de Morena en la cámara de diputado federal, ya está en franca campaña; ahora más abierto, echado para adelante y destapando a sus aliados en el estado, como Fernando Manzanilla Prieto, ex titular de gobernación, morenovallista, pachequista y barbosista.
Por su parte, Julio Huerta Gómez, el heredero político del barbosismo, mantiene el control político del estado y está decidido a buscar la candidatura por el bien del barbosismo.
Empero, el enfrentamiento, el quiebre y/o la ruptura en Morena es lo que alienta a la oposición y a Lalo.
Es evidente que ni los primos Mier, ni mucho menos Julio Huerta, se van a quedar sentados y cruzados de brazos si en Morena no les dan la tan anhelada candidatura al gobierno poblano.
En cualquiera de los casos pudiera beneficiarse Eduardo Rivera.
Y los argumentos son varios:
Si el candidato de Morena es Alejandro Armenta no va Nacho, porque sabe que su pariente no va a perdonarle los agravios lanzados en el periódico Cambio, donde le hicieron una campaña negra para derrocarlo.
Y dudo mucho que el barbosismo se quiera someter a Armenta, si es el próximo gobernador del estado.
Empero, si el candidato en Puebla es Nacho Mier, Armenta tampoco va porque en una de esas cambia hasta de partido para participar en la elección del 2024.
Aunque si Julio Huerta es el bueno, los primos Mier de plano se repliegan porque saben que el barbosismo no los tolera.
Parece inminente una ruptura en Morena.
Y es un echo que todo esto tiene sólo un beneficiario: Eduardo Rivera.
Ya sólo faltaría ver por quien pudiera decantase el gobernador del estado, Sergio Salomón Céspedes Peregrina.
En una de esas, con tanto problema en Morena, hasta se la juega con Lalo.
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