Dicen los que saben que la llegada de Félix Pallares Miranda a la Secretaría de Seguridad Ciudadana es una jugada clave para la seguridad en la capital poblana.
Desde el primer minuto, Pallares enfrenta un campo minado: grupos internos divididos, estrategias dispersas y un enemigo en las calles que no espera.
Si quiere marcar diferencia, necesita unificar filas y lograr que todos remen en la misma dirección.
El principal obstáculo es la descoordinación que ha carcomido a las corporaciones de seguridad.
Años de fricciones internas han debilitado la respuesta ante el crimen, permitiendo que la delincuencia gane terreno.
Para revertirlo, el nuevo secretario debe aplicar un mando firme, establecer protocolos claros y garantizar que la capacitación sea una prioridad.
En pocas palabras: disciplina, orden y estrategia.
Pero hay un problema que no se puede ignorar: la corrupción.
No es un secreto que, en el pasado, las cuotas y la complicidad entre algunos mandos y delincuentes hundieron a la corporación.
Si Pallares quiere marcar diferencia, debe ir con todo contra las malas prácticas, imponiendo controles internos severos y sancionando a quienes traicionen su uniforme.
Por otro lado, la inseguridad sigue siendo la sombra que acecha a los poblanos, asaltos, robos a casa habitación y violencia en las calles mantienen una sensación de zozobra.
Dicen los que saben que, si Pallares quiere ganar la confianza ciudadana, necesita fortalecer la inteligencia policial, mejorar la reacción ante emergencias y reforzar la presencia en las zonas más peligrosas de la ciudad.
Félix Pallares tiene en sus manos la oportunidad de cambiar el rumbo de la seguridad en la ciudad de Puebla, pero no debe olvidar que el tiempo corre y que los poblanos no esperan discursos, sino resultados. ¿O no?
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