Dicen los que saben que en estos tiempos –donde la libertad de expresión camina sobre una cuerda floja y el periodismo se ejerce con más valentía que garantías– Puebla está por escribir una nueva página en la historia de la defensa a la prensa: la Casa del Periodista.
El anuncio lo hizo el gobernador Alejandro Armenta, y no, no fue uno de esos discursos que se lleva el viento.
Esta vez hay hechos, hay historia y, sobre todo, hay compromiso.
Basta con mirar atrás: en 2023, siendo senador de la República, Armenta donó un mes completo de su sueldo –107 mil pesos– para echar a andar este proyecto.
Un gesto que, más allá del simbolismo, mostró voluntad política. Porque seamos claros: no cualquiera pone el ejemplo con la cartera.
Pero atención: la Casa del Periodista no será solo una obra de ladrillo y concreto, será un bastión de defensa, un refugio digno para quienes se juegan la vida por contar lo que muchos prefieren callar.
No será un espacio para silenciar voces, sino para protegerlas.
Desde ahí se brindará asesoría jurídica, respaldo legal y acompañamiento real a periodistas que enfrenten amenazas, presiones o censura.
Dicen los que saben que será un muro de contención contra la impunidad que tantas veces ha ensombrecido el oficio.
En un país donde ejercer el periodismo puede ser una sentencia, esta apuesta suena –y se siente– como un acto de justicia.
Pero, ojo, el llamado es directo, claro y urgente: al gremio periodístico, a las organizaciones, a la sociedad civil… es momento de sumar fuerzas.
El gobernador ha propuesto la creación de un fideicomiso para garantizar que esta Casa tenga sustento, autonomía y futuro.
Dicen los que saben que esta Casa puede marcar un antes y un después. La pregunta no es si es necesaria, porque lo es. La verdadera pregunta es: ¿estamos listos para levantarla juntos?
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