La elección del Poder Judicial federal en el país fue un ejercicio histórico, sí, pero un “proceso democrático” que fracasó en su intentona de lograr una copiosa participación ciudadana, la cual registró casi el 90% de abstención.
Es decir, de cada 10 mexicanos casi 9 no sufragaron (8.7), por lo que se cayeron todos los pronósticos que vaticinaron al menos un 20% de interés y participación en los comicios del fin de semana pasado.
Para ser exactos, la participación ciudadana en la primera elección judicial en México fue de entre 12.57% y 13.32%, de acuerdo con la consejera presidenta del Instituto Nacional Electoral (INE), Guadalupe Taddei Zavala.
Esto significa que alrededor del 87% (87 millones) de los ciudadanos con derecho a voto no acudieron a las urnas, evidenciando un alto grado de abstencionismo, pero sobre todo de desinterés y apatía electoral.
Ante tal panorama, surgen a botepronto tres preguntas básicas y claves para poder asegurar que la elección del Poder Judicial fue un proceso inédito, auténtico, sí, pero un rotundo fracaso por la indiferencia de los ciudadanos.
Me pregunto: ¿dónde quedaron los 36 millones de mexicanos que “clamaban” una reforma judicial?
¿En dónde quedó el 72% que consideraba esta misma reforma como necesaria?
¿Y en dónde está el 62% de las personas que iba a salir a votar y a participar en la elección judicial?
La elección morenista, por supuesto, quedó a deber.
¿Habrá valido la pena la inversión y el acarreo empleado por el oficialismo para intentar una participación copiosa que no se dio ni de casualidad?
La elección de ayer domingo me parece que fue más bien un ejercicio para tratar de legitimar a los nuevos funcionarios judiciales impuestos por el partido en el poder, quienes representan sus intereses y de nadie más.
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Prueba de ello es que la mayoría de los ciudadanos ni conoció, ni sabía de los candidatos. De hecho, algunos votaron al tanteo porque ni idea tenían de quiénes eran.
Empero, por supuesto que es un proceso histórico por varias razones, el cual deberá ser perfeccionado porque así como se dio es un fiasco.
En lo personal me parece que la utilización del polémico acordeón, el cual estaba plenamente permitido por la autoridad electoral, le hizo mucho daño al proceso, toda vez que le restó credibilidad.
En el caso de Puebla, el gobernador Alejandro Armenta Mier consumó el millón de votos prometido, por lo que su principal operador, el coordinador del Gabinete, José Luis García Parra, habría cumplido su encomienda a cabalidad.
El voto duro de Morena en Puebla ayudó, pero la suma final de sufragios en el estado dirá quién es quién operando las elecciones en la entidad, sobre todo para los comicios que están por venir.
Y es que, a decir verdad, el partido Morena en Puebla es un completo desastre, toda vez que su dirigente, Olga Lucía Romero Garci-Crespo, no ata ni desata. Además de que el resto de sus colaboradores, quienes integran el Comité Directivo Estatal, nadie sabe qué carajo hacen todos los días.
Morena en Puebla es como un cero a la izquierda que para lo único que sirve es para absorber el recurso federal que le proporciona el comité nacional.
Es por ello que el gobernador Armenta y sus colaboradores más cercanos se echaron a cuestas la elección judicial para poder lograr el millón de votos prometido en Puebla.
¿Voto libre y secreto en la elección federal 2025?
El cuestionamiento, sin duda, no se cumplió, debido a que los acordeones, insisto, a pesar de estar permitidos fueron un factor de riesgo para la imagen de una elección limpia y transparente.
El hecho, además, de que el cómputo se realice por la autoridad electoral –el INE– y no por los ciudadanos, pone en entredicho la veracidad del porcentaje de participación y hasta del resultado final.
En resumen: la elección judicial federal fracasó como un ejercicio electoral de interés para la gente.
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