Hace unos días, algunos de mis estudiantes me preguntaron: “¿usted cree que ganó Nicolás Maduro?”; “muy probablemente, no”, respondí. ¿Qué va a pasar entonces?, ¿se va a otorgar el triunfo a la oposición?, estoy segura de que no pasará nada y no, el triunfo no se entregará a la oposición. “¿Y nadie puede hacer nada?”, preguntaron, después de darles un panorama de lo que significa soberanía y cómo la comunidad internacional podría sancionarles con medidas económicas –que tampoco pasará–. “¿Y por qué pasa esto?”, con todo el dolor pero la esperanza siempre puesta en las juventudes, les respondí: porque a nivel macro, el mundo obedece solo a dos cosas: poder y dinero.
Veamos, Estados Unidos tiene ahora suficiente con sus elecciones presidenciales a celebrarse en noviembre próximo y no estará dispuesto, enarbolando “su bandera democrática”, a intervenir el país y mucho menos si Venezuela tiene aliados tan poderosos como Rusia y China, tampoco les conviene detonar un conflicto, bastante tiene con el conflicto en Israel y Palestina, bastante tiene en términos económicos como para, producto de ello, obtener jugosas ganancias bélicas para la recuperación de su recesión y para lo que se ofrezca en las campañas.
Llama la atención el sigiloso silencio que México, Colombia y Brasil guardaron durante varios días y el comunicado en conjunto que redactaron estas naciones y que les quedó impecablemente bonito. Hubo, por supuesto, en general, felicitaciones al pueblo venezolano el día de las elecciones por votar de manera libre y pacífica y un rotundo calificativo de dictador por parte del presidente de Argentina, Javier Milei.
Lo cierto es que el Consejo Electoral Venezolano no ha presentado las actas y las actas que presenta la oposición comandada por la líder opositora, María Corina Machado, le dan el triunfo a González con más de medio millón de actas, actas que, por cierto, tiene que decodificarse el código QR, porque son una especie de candado de seguridad curiosamente para no alterar datos y que no ocurran fraudes.
El pasado viernes 2 de agosto, el presidente del Consejo Nacional Electoral ofreció un segundo boletín que –según dijo– incluía el 96.86% de las actas y que daba ganador a Maduro con 6 millones 408 mil 844 votos, mientras que González Urrutia obtenía 5 millones 326 mil 104. Elvis Amoroso atribuyó el retraso en el anuncio de resultados a un supuesto hackeo al que ya había hecho referencia la noche de las elecciones.
Lo cierto es que Maduro de inmediato acudió al Tribunal Superior para que fiscalice los resultados de las elecciones, cuestión que a algunos les parecería extraña, pues generalmente es la oposición o quien va perdiendo quien acude a la máxima autoridad en el país venezolano. El mandatario venezolano acudió al Tribunal Supremo de Justicia a interponer un recurso ante la Sala Electoral para que realice un peritaje y establezca “la verdad” sobre los comicios.
En tiempos de incertidumbre como el que sacudió al mundo entero luego de la pandemia, los regímenes parecen tomar fuerza porque dan certidumbre a tiempos convulsos y de un nuevo orden mundial como el que atravesamos. Por lo pronto, todo parece indicar que Maduro tendrá otros seis años en el poder en lo que sería su tercer periodo presidencial para seguir con la transformación que inició Chávez.