Vivimos verdaderos momentos históricos, por primera vez, una mujer será presidenta de la República, las principales fuerzas políticas del país han realizado procesos internos muy distintos, en donde resultaron ganadoras dos mujeres que, en menos de un año, estarán en la boleta electoral.
La doctora Claudia Sheinbaum Pardo por Morena y sus aliados, y la senadora, todavía en funciones, Xóchitl Gálvez por el Frente Amplio que congrega al PRIANRD. En este escenario histórico donde mujeres disputarán el cargo más importante del proceso electoral iniciado el pasado 7 de septiembre, es muy importante diferenciar entre cuestionamientos machistas y misóginos, y cuestionamientos políticos que no tienen factores de género.
Esto es importante porque donde todo es violencia, nada es violencia. Es decir, necesitamos entender con mucha claridad ambos conceptos y sus aplicaciones, para diferenciar su modo de empleo, y entender que se pueden hacer cuestionamientos políticos sin ser sexistas o discriminatorios, y también para que no se llame violencia política por razón de género a cualquier crítica política que incomode, sin sustento alguno, buscando la censura y la falta de crítica constructiva apelando a los factores de género.
Primero, es importante definir machismo y misoginia. El primero es la creencia de que los hombres son superiores a las mujeres, el segundo es el odio, aversión y rechazo a las mujeres y a todo lo relacionado con lo femenino.
A partir de ahí, es posible analizar los principales cuestionamientos realizados a las mujeres que hoy protagonizan la escena nacional en la carrera presidencial.
- Cuestionamientos como ¿México está listo para ser gobernado por una mujer?, encierran un pensamiento machista. ¿Alguna vez alguien se preguntó si México estaba listo para ser gobernado por un hombre? Obvio, no, porque el ejercicio del poder se consideraba algo inherente a los hombres y a lo masculino. Pero el ejercicio del poder no tiene género y estamos en la antesala de la ruptura de un techo de cristal con la primera mujer ocupando el Poder Ejecutivo.
- Cuestionar a una mujer diciendo que “es la hechura”, “la marioneta”, “el florero” o la “levantadedos” de un hombre, es quitarle capacidad de agencia a las mujeres, sobre todo cuando se trata de mujeres con trayectorias probadas, con experiencia y preparación. Es infantilizar a las mujeres y hacerlas ver como que necesitan ser tuteladas por un hombre para gobernar, lo cual también encierra un pensamiento machista, pues deja ver que quien gobierna es el hombre y no la mujer, aun cuando no haya más que prejuicios y aversiones políticas en esos comentarios.
Cuestionar a las mujeres por su vestimenta, su apariencia física, su estado civil, o si se han realizado un procedimiento estético es misoginia pura y dura. Ejemplos de esto lo podemos ver en cartones de caricaturistas que actúan sin perspectiva de género y que se burlan de las mujeres hipersexualizándolas, o maximizando características físicas para ridiculizarlas. O comentarios como “está llena de botox, está gorda, está esquelética, está toda ojerosa, está dientona, debería maquillarse, debería ponerse a dieta, debería comer más, debería mostrar más piel, está vieja, está ruca, no está casada, no es madre de familia”, etcétera, son cuestionamientos que nunca se hacen a un hombre, que tienen un sesgo de género, y que nada tienen que ver con su desempeño público.
Ahora bien, cuestionar declaraciones que ha hecho, como que “en Chiapas trabajan menos”, que “en Oaxaca no hay capital humano y por eso la inversión se va al norte”, o críticas por comentarios de ese tipo, no tienen nada de misógino ni machista, sino que apelan al criterio de quien las manifiesta abierta y públicamente.
Cuestionar a una aspirante por su falta de resultados, su desempeño en la función pública, sus nexos con personajes de dudosa reputación o por su participación desde partidos políticos con escándalos, no es machismo ni misoginia, son cuestionamientos políticos que de igual forma se harían a hombres y que deben ser respondidos como parte del ejercicio político sin apelar a los factores de género para evadirlos.
Es importante prestar atención y hacer un análisis con perspectiva de género de los comentarios que estamos próximos a escuchar, para saber diferenciar y hacer una legítima crítica política, sin violentar.