Hablar de Cholula es hablar de historia, misticismo y raíces profundas que conectan un territorio con los grandes símbolos de la cultura mesoamericana. Entre estos, destaca Quetzalcóatl, una deidad cuyo culto fue traído a esta región por los toltecas alrededor del año 1000 de nuestra era. Más que una figura mitológica, Quetzalcóatl encarna ideales de sabiduría, civilización y el vínculo entre lo terrenal y lo divino. En esta ocasión, exploraremos cómo su legado marcó a Cholula y por qué sigue siendo una referencia cultural y espiritual en nuestra tierra.
El mito y la llegada a Cholula
La llegada de los toltecas a Cholula se dio tras su huida de Tollan-Xicocotitlan, la actual Tula, Hidalgo. Este éxodo fue liderado por Ce Ácatl Topiltzin, quien no solo fue un gobernante, sino también un sacerdote profundamente asociado con Quetzalcóatl. Este dios, cuyo nombre en náhuatl significa “serpiente emplumada”, simboliza la unión entre el cielo y la tierra, entre lo divino y lo humano.
Quetzalcóatl no solo era una deidad, sino un portador de civilización y conocimiento. Según las tradiciones, fue quien otorgó a la humanidad el maíz, alimento que permitió a los antiguos pueblos mesoamericanos desarrollarse y consolidar sus culturas. Este acto lo convirtió en una figura central no solo en el ámbito religioso, sino también en el simbólico, ya que representa la transición hacia una vida más organizada y conectada con el entorno.
Cholula: un cruce de culturas
La integración de los toltecas con los olmecas-xicalancas que habitaban Cholula dio lugar a una ciudad dual, rica en tradiciones compartidas. Fue en esta época cuando la Gran Pirámide de Cholula, conocida como Tlachihualtépetl, adquirió una dimensión sagrada al convertirse en un espacio para el culto a Quetzalcóatl. Esta pirámide, una obra monumental y el basamento más grande del mundo, guarda en sus entrañas el eco de esta convivencia cultural que marcó a la región para siempre.
El simbolismo de Quetzalcóatl
Más allá de su papel en la creación del mundo, Quetzalcóatl representa ideales que trascienden épocas: la sabiduría, la creatividad y la oposición al sacrificio humano, promoviendo formas más simbólicas de veneración. Su asociación con el planeta Venus, como estrella de la mañana y de la tarde, refuerza su papel de guía y símbolo de dualidad.
En nuestra ciudad, su figura es un recordatorio de la capacidad de Cholula para integrar lo diverso, respetar lo sagrado y construir sobre la base de la cooperación entre culturas.
Quetzalcóatl no es solo un dios del pasado, es un símbolo de lo que Cholula puede aspirar a ser en el presente y el futuro. Su legado nos invita a reflexionar sobre cómo podemos construir una sociedad basada en el respeto, el conocimiento y la conexión con nuestra historia. En una ciudad donde el pasado y el presente convergen, la figura de Quetzalcóatl sigue siendo una guía para preservar nuestras raíces mientras enfrentamos los retos de la modernidad.
Cholula no solo es tierra de pirámides, es tierra de sabiduría.