Si leyeron mis dos columnas anteriores, en una de ellas escribo sobre el consumismo como estilo de vida y en la otra sobre hiperactividad en niños. En la primera columna hago un cuestionamiento sobre el exceso bajo el que vivimos mediante el consumismo y cómo es que este se va posicionado como un estilo de vida en nuestra sociedad, borrando algo del límite, viviendo bajo ideales que dictan “poder con todo”, bombardeándonos las 24 horas del día con publicidad y, finalmente, haciéndonos creer que necesitamos ciertas cosas o que no existen los límites pues “no existen imposibles”. En la segunda columna, por otra parte, hago una reflexión sobre la “hiperactividad” como respuesta ante la ambivalencia en la que vivimos hoy; se tiene que vivir híper y activos, pero al mismo tiempo estar quietos y saberse comportar, bajo demandas excesivas donde se establece un imperativo de ser así “todo el tiempo”. Se nos demanda exceso de trabajo, exceso de actividades extracurriculares y, además, todo tiene que hacerse con rapidez. Por eso hoy, frente a este estilo de vida excesivamente demandante e hiper-activo, al igual que los niños y los adultos, los adolescentes también demuestran mediante síntomas y actos los efectos de este estilo de vida.
Hace unas semanas ocurrió un accidente en la Vía Atlixcáyotl en Puebla donde tres jóvenes perdieron la vida en medio de unos arrancones participando con automóviles de lujo; la semana pasada en la misma avenida hubo otro accidente donde dos jóvenes perdieron la vida también a consecuencia del exceso de velocidad y de arrancones. Con estas dos noticias las cuales han sido muy recientes me parece importante preguntarnos lo siguiente: ¿es posible pensar los arrancones como un síntoma social? ¿Qué nos están diciendo los jóvenes a través de este tipo de actos? ¿Acaso lo que piden es un límite? Me parece que los arrancones como síntoma social es una manera de buscar el límite en el otro, por lo que resulta importante pensar entonces qué está ocurriendo para que sigan llevándose a cabo estos arrancones, aun sabiendo que han ocasionado muertes.
La palabra síntoma proviene del griego syntoma: “suceso”, “acontecimiento que sobreviene” o “lo que pasa junto a otra cosa”. En psicoanálisis, un síntoma es una formación del inconsciente, algo que no puede decirse en palabras pero que aparece en repeticiones, actos fallidos, pasar al acto, entre otras acciones. Por eso me pregunto si los arrancones no serán síntoma de este estilo de vida, pues si la palabra síntoma significa un “acontecimiento que sobreviene” y “lo que pasa junto a otra cosa”, los arrancones serían una manifestación del exceso ante el que se vive, pero al mismo tiempo sabemos ya que en psicoanálisis un síntoma es una formación del inconsciente de algo que no puede decirse, entonces este exceso de velocidad se está manifestando como síntoma por la hiperactividad social y la demanda de ir más allá del límite que reina actualmente y la imposibilidad de decir no.
¿Cómo es eso?, ¿cómo es que los arrancones están diciendo algo de nuestra sociedad? Al menos en Puebla, estos se han realizado desde hace muchos años, en su mayoría entre las poblaciones más jóvenes, quienes están creciendo con ciertos discursos que constantemente les dictan tener a manos llenas y al mismo tiempo que no existen imposibles, discursos aspiracionistas perjudiciales que desde el echaganismo promueven superar miedos y límites. Pongamos algunos ejemplos al respecto.
En la famosa campaña de Nike, que se presentó por primera vez en el año 1988, el eslogan Just Do It –uno de los más icónicos del deporte– no fue solo una campaña publicitaria sino también un desafío, ¿y qué es un desafío?, un acto que invita a competir. En campañas como esta lo que se promueve es un estilo de vida donde lo que se busca es superar los límites, lograr alcanzar lo imposible y competir a toda costa. Por otro lado, marcas de automóviles de lujo como Nissan han lanzado comerciales en los que destaca la aceleración y la respuesta inmediata del motor; Audi RS o S se enfocaron en la aceleración, turbo y velocidad, mientras que BMW ha hecho campañas donde promueve la sensación de conducción rápida y deportiva. Subaru también se unió en 2023 a esta clase de campañas mediante la proclama publicitaria: “Este año iniciará con la velocidad de un Subaru”. Como vemos, lo que importa hoy es vender un estilo de vida a través del exceso, la competencia y la posibilidad de ir más allá del límite. ¿Podríamos pensar, por ende, que la publicidad y el estilo de vida con el que se vive hoy está teniendo efectos a tal grado que los arrancones sean un síntoma, pensándoselos desde el exceso en el que están creciendo los jóvenes? Un exceso de velocidad, más allá del límite, desafiando al otro mediante la competencia que promueven ciertos discursos capitalistas.
Sin embargo, no solo los jóvenes están creciendo con esos discursos, también nosotros los padres vivimos en una sociedad que se rige bajo excesos al ser esto lo que “se nos demanda”. Buscar superar los límites hoy es un estilo de vida, traspasándolos e incluso borrándolos para ir más allá de ellos buscando constantemente alcanzar lo imposible. ¿Cómo no va a tener efecto esto en nosotros? ¿Cómo frenar al capitalismo tan voraz que va a una velocidad imposible de detener? Los arrancones son un desafío, una competencia que lleva a ir más allá del límite de velocidad, al exceso, algo de lo que no se está pudiendo decir y se está poniendo en acto. Los arrancones son un llamado, una forma donde se busca ese límite que se está borrando por el estilo de vida desde el consumo y la híper-actividad que estamos viviendo, pues lo que no se puede decir en palabras se actúa, teniendo impacto en nuestra psique y, por lo mismo, vivir pensando que si te propones algo lo podrás lograr, o que los miedos y los limites se pueden vencer… a toda costa.
Si bien es muy difícil frenar esta clase de discursos, los invito a reflexionar la implicación que tenemos como sociedad ante ellos, pues si bien anteriormente pregunté si los arrancones son una forma en donde los jovenes están pidiendo un límite, recordemos que decir “no” es un acto de amor y que en psicoanálisis sabemos que no todo se puede, afortunadamente, y saber que no todo se puede implica ya poner un límite.




