Dicen los que saben que hoy se baja el telón del 2025. Un año que no gritó, pero murmuró fuerte. Que no explotó, pero dejó pólvora regada. Un año que habló más por lo que no resolvió que por lo que presumió.
En Puebla, el 2025 se va dejando pendientes… y no pocos.
De entrada, la seguridad. Porque la delincuencia ya no respeta horarios, ni territorios, ni miradas. Opera de día, de noche, a la vuelta de la esquina y –detalle no menor– frente a las autoridades.
Otro talón de Aquiles fue la infraestructura.
Los baches se convirtieron en símbolo de gestión: pequeños, incómodos y omnipresentes. El mejoramiento de carreteras y vialidades sigue siendo una promesa que rebota… como una llanta mal alineada.
En lo político, aunque no hubo elecciones, sí hubo movimiento. Y del fino.
Grupos que se reagruparon, otros que se desconocieron, algunos más que se fortalecieron en silencio. El 2025 fue año de acomodos, de pases de lista no oficiales y de miradas largas rumbo al 2027.
El 2026 será clave. Parteaguas. Año de definiciones. Pero de eso… mejor hablamos mañana.
La salud tampoco salió bien librada.
Es cierto: después de ocho años, por fin se inauguró el Hospital de San Alejandro, hoy Carmen Serdán. Aplausos. Pero fuera del acto, la realidad sigue tozuda: hospitales repletos, medicamentos ausentes y atención que no siempre llega.
El sistema sigue debiendo, y la cuenta la pagan los poblanos. Ojalá el 2026 traiga algo más que buenas intenciones.
En resumen, dicen los que saben que el 2025 no fue año de escándalos mayúsculos. Fue un año de señales. De mensajes entre líneas. De decisiones que no se anunciaron… pero se ejecutaron.
Antes de cerrar, aprovecho estas líneas para agradecer a quienes, durante este 2025, se tomaron el tiempo de leer esta colaboración; les deseo que terminen el año en familia, con sus seres queridos, en unión. Y que el 2026 lo inicien igual: con la convicción de que puede ser un buen año para todos.
Desde aquí, un fuerte abrazo y mis mejores deseos.
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