Dicen los que saben que lo ocurrido en Huauchinango es más que un simple “descuido”.
La imagen de un cuerpo trasladado en la batea de una camioneta, como si se tratara de un costal, es tan lamentable como simbólica: refleja que, pese a los discursos oficiales, en la Fiscalía General del Estado de Puebla las cosas no están tan firmes como se presume.
La propia institución lo reconoció: hubo “falta de sensibilidad” en el manejo del cadáver.
La excusa oficial fue que la unidad del Servicio Médico Forense estaba atendiendo otro reporte simultáneo.
Pero ¿de verdad ese argumento alcanza para justificar semejante escena?
La Fiscalía aseguró que este tipo de prácticas son inadecuadas y que el problema radica en la falta de recursos humanos y materiales.
En pocas palabras: el comunicado parece más un grito de auxilio presupuestal que una explicación convincente. Lo que proyecta es fragilidad, no solidez.
Aquí la pregunta obligada: ¿se trató de un error aislado o alguien está empujando para que la fiscal Idamis Pastor Betancourt aparezca como la “peor fiscal” en la historia reciente?
Porque mientras desde adentro se insiste en que todo se hace conforme a la ley, en los hechos se filtran episodios que la exhiben.
Y en política, nada es casualidad.
Más de uno se pregunta si no hay mano negra detrás de esta narrativa de caos y deficiencias.
El tema presupuestal se presta: ¿por qué hasta ahora se lanza el reclamo abierto de más dinero para la Fiscalía y no en años anteriores?
¿Será que llegó la hora de tensar la cuerda para que la Secretaría de Planeación, Finanzas y Administración se vea obligada a ceder?
Lo cierto es que la jugada tiene doble filo, o se logra la inyección de recursos o se instala en la opinión pública la percepción de que la Fiscalía está rebasada, incapaz de cumplir con lo más básico: la dignidad en la procuración de justicia.
La duda persiste: ¿es simple torpeza administrativa o hay alguien moviendo piezas para dañar a la fiscal?
Por lo pronto, la escena de Huauchinango ya quedó grabada como un golpe bajo a la credibilidad institucional. Y de esos, Idamis Pastor no se puede dar el lujo de coleccionar muchos más. ¿O sí?
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