Con el segundo informe de Sergio Salomón Céspedes Peregrina, de este viernes, se cierra uno de los ciclos más complejos, difíciles, peculiares y trágicos de la historia del estado de Puebla. En los últimos seis años hubo igual número de gobernadores del estado, entre dos que fueron electos y murieron prematuramente, mucho antes de concluir sus mandatos; dos que fueron encargados de despacho; uno que dio fin a una larga carrera en el sector público de varias décadas, con un periodo de interinato; y finalmente un mandatario sustituto, que fue una revelación. A lo largo de este periodo hubo un cambio pendular, el dominio político de Puebla pasó de la derecha a la izquierda, del PAN a la 4T; mientras que el PRI y el PRD entraron a etapas de agonía y extinción, respectivamente.
Por eso en el inevitable balance del fin del mandato de Céspedes Peregrina, que ha durado dos años exactos, se pondera que el principal logró obtenido es que –sin tener una larga experiencia política— supo darle al estado de Puebla gobernabilidad, estabilidad social, convivencia democrática y un freno a practicas represivas.
Condiciones muy valoradas si se toma en cuenta que, había todas las condiciones, para que la entidad se sumiera en un proceso de crisis y confrontación, luego de la muerte del morenista Luis Miguel Barbosa Huerta que, junto con la panista Martha Erika Alonso Hidalgo, fueron los dos gobernadores que fallecieron en el sexenio. Una doble tragedia, inédita en la vida de la entidad.
Para algunos Sergio Salomón Céspedes ha sido “un gran simulador”, un político muy pragmático y “camaleónico”, razón por la cual pudo adaptarse y cambiar fácilmente de partido, al pasar del PRI al morenovallismo y luego a Morena, a lo largo de la última década, periodo en que dos veces fue legislador local, alcalde de Tepeaca y finalmente gobernador, desde el 15 de diciembre de 2022 a la fecha.
Para otros, fue el líder que necesitaba el movimiento obradorista y un mandatario que logró conciliar e imponer su autoridad con todos los sectores sociales y políticos del estado. Y desarrollar una sobresaliente capacidad de afinidad con Palacio Nacional, que lo llevó a convertirse –en muy poco tiempo— en uno de los gobernadores más apreciados por Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum Pardo, los dos presidentes de la 4T.
Más allá de la opinión que cada uno tenga del actual titular del Poder Ejecutivo, hay tres hechos notables:
Primero: Céspedes en su desempeño como cabeza del gobierno, fue un factor clave para que la 4T obtuviera una victoria electoral en los pasados comicios del 2 de junio, con una votación histórica que rozó los 2 millones de sufragios, que le ha dado a la 4T el dominio legislativo, de los gobiernos municipales y del Poder Ejecutivo.
Un triunfo electoral que se dio en medio de un juego limpio, sin abusos de poder, que permitió a la 4T trascender a un segundo sexenio, sin recurrir al fraude electoral, tal como lo hizo el morenovallismo en 2018, para no perder en aquel entonces el control del gobierno estatal.
Además, significó una recuperación electoral para la 4T que, en 2021, tuvo un grave descalabro al haber perdido la mayoría de los ayuntamientos de la zona metropolitana de Puebla, que había ganado tres años antes.
Segundo: Sergio Salomón resultó ser un buen constructor de obras públicas y sobre todo, con mucho sentido social, si se toma en cuenta que una prioridad fue ampliar la planta física de instituciones de educación superior en diferentes regiones del estado, lo que cumple con una de las premisas de la 4T que es ofrecer: espacios en las universidades públicas al grueso de los alumnos que demandan lugares en ese nivel.
De acuerdo con la estadística oficial: la Universidad Autónoma de Puebla venía rechazando –cada año—unos 40 mil alumnos que no alcanzaban matricula. Ahora con los nuevos campus de la UAP y el Instituto Politécnico Nacional, junto con la ampliación que hubo en centros educativos del interior del estado, se estarían ofreciendo entre 30 y 35 mil nuevos lugares en dichos sitios, para estudiantes egresados de los bachilleratos.
La cantidad de obra que emprendió la administración estatal saliente, en apenas un bienio, tuvo más proyectos de infraestructura que los desarrollados por varios gobernadores a lo largo de un sexenio o simplemente, algunos no siquiera pudieron hacer algún trabajo relevante el tiempo que estuvieron en el poder. Tal medición se toma en función de lo ocurrido en los últimos 25 años, luego del periodo de Manuel Bartlett Díaz que fue el gran trasformador de Puebla.
Un segundo contraste con el morenovallismo: lo que hizo el actual gobierno desde diciembre de 2022 y hasta diciembre de 2024 en materia de obra pública, se emprendió sin endeudar al estado y sin los precios desorbitados que hubo en la gestión de Rafael Moreno Valle Rosas, que ha implicado una sangría financiera para el estado por alrededor de 40 mil millones de pesos.
Tercero: en este último tramo de dos años del sexenio que se está extinguiendo, se frenó la tendencia represiva de meter a la cárcel a críticos, disidentes o rivales del gobernador en turno, tal como venía aconteciendo en los 18 años anteriores. Una tendencia encomiable de la gestión de Céspedes.
Espacios restringidos a la 4T
Un claroscuro del corto, pero intenso gobierno de Sergio Salomón Céspedes Peregrina es el pragmatismo que se impuso en la 4T, no solamente por el mandatario saliente, sino también por el futuro titular del Poder Ejecutivo, Alejandro Armenta Mier, que convirtieron a Morena en una agencia de colocación de priistas, morenovallistas y políticos neoliberales.
Es cierto que varias de las principales figuras y líderes originales de la 4T, del movimiento obradorista, alcanzaron posiciones, sobre todo en el ámbito legislativo y de algunas alcaldías, lo que generó un frágil equilibrio político dentro de esta fuerza política en el reciente proceso electoral.
Sin embargo, es importante apuntar que los cargos más relevantes en el gobierno del estado y en el ayuntamiento de la capital, bajo las gestiones de Morena, han recaído en personajes conversos a la 4T, pero que representan al viejo PRIAN.
Un asunto que plantea un reto para la 4T el no desfigurarse ideológicamente en los siguientes años.
Lo catastrófico: la inseguridad pública
Una cosa es que haya un balance más positivo que negativo de la gestión de Sergio Salomón Céspedes peregrina, y otra cosa, es que no se puede negar que hubo una parte obscura de este gobierno. Y fue sin duda: la incapacidad de combatir los desbordados índices de criminalidad, de violencia y de impunidad en el estado.
Más allá de los discursos y las cifras oficiales, que están muy alejados de la realidad, en estos dos años los ciudadanos han vivido una pesadilla de ejecuciones, enfrentamientos armados, asaltos, agresiones de género y una larga lista de sucesos violentos.
Pareciera que hubo una amalgama de factores, entre ellos, la debilidad institucional del aparato de justicia y de prevención del delito, pero también se percibe actitudes permisivas y hasta de complicidad de las autoridades –de los 3 niveles de gobierno– con actores generadores de violencia.
El actual gobierno le hereda al próximo mandatario Alejandro Armenta, que asciende al poder el 14 de diciembre entrante, el reto de pacificar el estado.