En enero de 2024, una curiosa fotografía en redes sociales llamó poderosamente la atención de los medios de comunicación de Puebla. Era el ex senador Francisco Fraile, ícono del PAN en el estado, formado en la fila para cobrar su pensión de los Programas de Bienestar, que otorga el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. El escándalo fue mayúsculo, tanto por el peso del personaje -le dicen o decían “El Pastor”, por formar a varios cuadros blanquiazules- como por el hecho y su fondo.
La gráfica retrataba más de lo que, a simple vista, se podía observar.
Ha resultado, con el tiempo, una explicación directa sobre la aplanadora que le pasó por encima a la oposición el 2 de junio, en Puebla y en el país.
Paco Fraile se defendió y defendió su “derecho” a cobrar el beneficio que entrega periódicamente la administración federal de la Cuarta Transformación (4T).
Como él, más de un millón y medio de personas en Puebla cobra alguna beca o alguna pensión de Bienestar.
En el país, se calcula que los beneficiarios directos son más de 30 millones.
Esa base social es expansiva a sus familias.
Y esas familias representan votos.
Ese ejército de potenciales sufragantes, que para Claudia Sheinbaum fueron más de 35 millones (más de 2 millones en nuestro estado) y para Alejandro Armenta en Puebla 1.9 millones, podrían incluso disentir de la ideología de la 4T.
Muy probablemente, en ese cúmulo de personas y sus familias haya quienes sean abierta y frontalmente anti Morena.
Pero, mucho ojo, al igual que Fraile, cuando salieron a votar el 2 de junio, defendieron un derecho.
Su derecho.
El propio o el de un familiar.
Así como el también ex candidato del PAN a la gubernatura dijo que le corresponde “por derecho” esa pensión de adulto mayor, millones pensaron igual.
Cuando la mañana del día de la jornada electoral las filas se mostraron abundantes para sufragar, muchos ahí estaban a la “defensa” de lo que les corresponde.
Que por cierto la oposición condena y sataniza, aunque luego dijo que no se los quitaría.
Muchos salieron a defender lo que necesitan para subsistir.
¿Se trata de programas clientelares?
¿Es una estrategia electorera?
¿Es dinero de los contribuyentes cautivos el que se reparte?
¿Podría ser que no todos y todas quienes reciben becas y pensiones lo merezcan?
Sí, sí, sí y sí.
Pero hay, indudablemente, un asunto de “justicia social” al recibir ese dinero.
O al menos así se puede ver.
Así lo ha defendido Morena, sus líderes y lo hicieron sus candidatos.
Guste o no, López Obrador es el primer presidente que colocó en la agenda de prioridades de Palacio Nacional a los pobres.
Y si los sacó o no de la pobreza, está a discusión, pero ellos y ellas se sienten al menos representados y defendidos desde el poder central, ese que jamás volteó a verlos.
De hecho, estratégicamente, en el discurso de campaña de Sheinbaum apareció siempre la defensa del apoyo para “quienes menos tienen”.
Ella no se salió un milímetro de la narrativa lopezobradorista: “por el bien de todos, primero los pobres”.
Aunque no sean solamente los pobres quienes reciben esos apoyos.
¿Los programas dan ventaja electoral al régimen actual?
Sí. Por eso la oposición debió encontrar, o al menos buscar, la fórmula para contrarrestar la rentabilidad política que el sistema tiene con ellos.
Hasta Francisco Fraile García, uno de los símbolos históricos panistas en Puebla, defendió su “derecho” a cobrar su pensión.
¡Fueron los programas sociales, estúpidos!
No había un antídoto efectivo contra eso.
Pero la oposición tampoco se esforzó en conseguirlo.
Es más, denostaron a esa base social lopezobradorista, al llamarla “huevona” y “MoreNaca”;al tildarla de “ignorante”.
Así nunca iban a conseguir sus sufragios.
Aquella foto anticipó mucho de lo que pasaría el 2 de junio.
Pero ni Eduardo Rivera Pérez, candidato a la gubernatura, ni Mario Riestra, abanderado a la alcaldía capitalina, ni el resto de los candidatos lo vieron.
Mucho menos, lo entendieron.
¡Y tuvieron aquella célebre fotografía de Fraile, que explicaba todo, en sus narices!
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Quizá está de más explicarlo, pero el título de esta entrega de Garganta Profunda tiene que ver con una frase (“Es la economía, estúpido”) muy utilizada en la política de Estados Unidos durante la campaña electoral de Bill Clinton en 1992 contra George Bush (padre).
Fue tema central de ese batalla por el poder y la razón principal de la derrota de Bush ante Clinton.
Desde entonces, la frase ha sido utilizada para destacar los más diversos aspectos que se consideran esenciales.