Un personaje que debería ser investigado y separado de la Secretaría de Educación Pública del estado, pues se ha dedicado a extorsionar a rectores de universidades tecnológicas y directores de institutos superiores tecnológicos, a los que pide dinero para la campaña de Isabel Merlo Talavera al Senado, o plazas de educación media superior y superior, es Donaciano Enrique Ávila Cides.
El funcionario cobra como encargado de despacho de la Dirección de Universidades e Institutos de la Subsecretaría de Educación Superior.
En la dependencia se asegura que Donaciano Enrique Ávila actúa con la venia del exdirector de Planeación y Servicio Profesional Docente y actual director administrativo de la dependencia, Jorge Trejo Carmona, y que entre los rectores que se han quejado de sus corruptas prácticas figura Altagracia Carrillo Parra, de la Universidad Tecnológica de Xicotepec de Juárez; Itzel Rosalía Pimienta Hernández, de la Universidad Tecnológica de Huejotzingo; Itzel Rosalía Pimienta Hernández, de la Universidad Interserrana del Estado de Puebla, con sede en Ahuacatlan; María Luisa Juárez Hernández, de la Universidad Tecnológica de Tecamachalco.
Por cierto, Donaciano Enrique Ávila desayuna todos los miércoles con su exjefa Isabel Merlo Talavera, candidata suplente a Senadora de la segunda fórmula de la coalición Sigamos Haciendo Historia.
Del tema están enterados el secretario de Educación, Jorge Estefan Chidiac, el subsecretario de Educación Superior, Miguel Ángel Fernández Pérez, y el secretario de Gobernación, Javier Aquino Limón.
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En Morena andan preocupados porque la candidata a la presidencia municipal de Teziutlán, Karla Martínez Gallegos, no levanta o corre el riesgo de ser alcanzada por el candidato de Movimiento Ciudadano, Armando Martínez Gallegos, por los votos que le está quitando el abanderado del PAN, Andrés Macip Monterrosas.
Por ello el coordinador de campaña de Karla Martínez, Gabriel Reyes Cardoso, director del Instituto de Estudios Superiores de la Sierra de Teziutlán, ha comenzado a meter presión a las estructuras de gobierno de la región, como la CORDE, y hasta a los propios estudiantes becados de su escuela, en el sentido de que si no apoyan la campaña de Morena y votan por su candidata podrían perder su empleo e incluso las becas que tienen.
Los problemas para Karla se extienden hasta su propia planilla, pues una de sus integrantes, María Isabel Martínez Marcos, la acusa de violencia política al obligarla a firmar su renuncia a este cargo de elección popular.
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Las líneas de a continuación son parte de la presentación que este reportero hizo esta noche del libro La Garita de San Lázaro. Evolución e imaginario histórico de la puerta de oriente.
La Garita de San Lázaro
La Garita de San Lázaro es un libro que nos remonta cinco siglos a un México que nada tiene que ver con el actual, al menos en su paisaje, pues hablamos de un territorio lacustre, de una ciudad prehispánica y colonial con puerto, a la que se accedía a través de bergantines, embarcaciones ligeras construidas con la tala de árboles de La Malinche.
De un islote rodeado de agua dulce —según la leyenda de la fundación de México-Tenochtitlán— al que los pobladores originarios de Cholula, Texcoco y Chalco podían llegar por lancha o pequeños barcos. De una ciudad imaginaria que sería más parecida a la antigua Venecia construida sobre islas, a lo que hoy conocemos de la Ciudad de México.
A una construcción que ha tenido distintos usos, según la época, hasta ahora que fue rescatada y recuperada por la LXV Legislatura del Congreso de la Unión, previa estabilización, intervención, rehabilitación y restauración, para ser convertida en el Archivo General de la Cámara de Diputados.
La Garita de San Lázaro, que debe su nombre al hospital de leprosos que se construyó en la colonia a las fueras de la capital de la Nueva España, tuvo funciones de aduana, para controlar el comercio, el paso de mercancías, personas, libros e ideas; de recaudación de impuestos y de combate al contrabando de granos como el maíz, que los españoles intentaban ingresar como si hubiera sido sembrado y cosechado por indígenas para quedar exentos del pago de las llamadas alcabalas o sea el pago de impuestos a la corona.
Fue también baluarte o fuerte militar, una instalación donde se resguardaban armas, se construían y reparaban embarcaciones, conocida como Las Atarazanas.
Como en toda Ciudad Medieval, esta garita del Oriente —una de las 13 que existían entonces— se fortificó como baluarte para contener las protestas y amotinamientos de indígenas por epidemias y pestes, hambrunas como la de 1692, y manifestaciones a causa de la especulación de maíz y trigo, por quienes querían llegar hasta el Palacio Virreinal para incendiarlo junto con otras edificaciones de la plaza principal de la Nueva España.
Su edificio actual, el que fue restaurado a iniciativa de la Junta de Coordinación Política de la LXV Legislatura de la Cámara de Diputados, se levantó a principios del siglo XIX, durante 36 semanas —posiblemente entre agosto de 1800 y mayo de 1801—, sustituyendo a otro edificio.
El inmueble, que siguió operando como recinto recaudatorio y aduanal hasta el porfiriato y como cuartel de armas y soldados hasta mediados del siglo XIX después de las invasiones armadas de Estados Unidos y Francia, fue testigo de la Guerra de Independencia, del triunfo del Ejército Trigarante del General Agustín de Iturbide, de las invasiones extranjeras, de la Guerra de Reforma, del Imperio de Maximiliano de Habsburgo, y de la dictadura y caída de Porfirio Díaz.
A finales del siglo XIX la vocación de la zona donde se localiza la Garita de San Lázaro cambió, pues se construyó ahí la estación del Ferrocarril Interoceánico, cuando prácticamente el lago de Texcoco se había secado y desaparecido, lo que trajo consigo la instalación de fábricas, la construcción de bodegas y la urbanización de esa parte de la Ciudad de México.
Atrás quedaron más de 300 años de actividad comercial.
El edificio, sin embargo, logró mantenerse en pie por la Ley sobre Conservación de Monumentos, Edificios, Templos y Objetos Históricos o Artísticos de Venustiano Carranza en 1916, y la Ley sobre Protección y Conservación de Monumentos y Bellezas Naturales de 1930.
A mediados del siglo XX cuando los gobiernos de la posrevolución y del desarrollo estabilizador impulsan la construcción de carreteras, autopistas y caminos asfaltados, y de grandes centros urbanos como la Ciudad de México, el ferrocarril pierde importancia y la estación y demás inmuebles de San Lázaro quedan abandonados hasta 1979 que se inaugura la Central de Autobuses de Pasajeros de Oriente (TAPO) y en 1981 que se construye el Congreso de la Unión.
Del abandono no escapó la antigua Garita del Oriente, con excepción de unos años en que sus instalaciones fueron albergue temporal de un CENDI.
Afortunadamente en 2021 la LXV Legislatura tomó la decisión de rescatarla y convertirla en el Archivo Histórico de la Cámara de Diputados, lo que se concretó en agosto del año pasado y en abril de este año cuando además del hermoso edificio con su monumental arcada se pudieron exhibir en sus salas y restaurados espacios la exposición “Alas de Talavera”, una colección de 42 imágenes del águila mexicana, el mural que recrea la batalla de Tenochtitlán y el papel de la Malintzi, y el Tomo I del libro “Actas del Segundo Congreso Constituyente 1823-1824. A 200 años de la promulgación de la Constitución de 1824”.
Sin duda un digno rescate de un inmueble del patrimonio monumental de México y de archivos del acervo histórico y cultural de la primera Constitución de México, como nación independiente.
Felicidades.
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