Tremenda recomendación acaba de hacer el precandidato a gobernador, Alejandro Armenta Mier, a los aspirantes de Morena a las presidencias municipales del estado.
Con el fin de lograr la unidad, para ir con mayores probabilidades de triunfo a la contienda electoral, llamó a los contendientes que se encuentren mejor posicionados en las encuestas, y que por ello serán ganadores de sus procesos internos, a sumar a los perdedores a sus equipos de trabajo.
Armenta lo dijo con otras palabras, quizá más elegantes, pero ese fue el mensaje que emitió el domingo desde el Centro de Convenciones, donde un Consejo Estatal liderado por el gobernador Sergio Salomón Céspedes formalizó su próxima postulación como candidato de Morena y el resto de los partidos aliados de la 4T.
Pero, ¿a que se refiere con incluir a los otros, incluso, aunque provengan de partidos de oposición?
Un candidato o candidata a presidenta municipal solo puede agregar a los aspirantes perdedores a su equipo de trabajo, con remuneración económica y privilegios de por medio, como todos quieren, de dos maneras.
La primera y más segura tiene que ver con la integración de la planilla de candidatos a síndico y regidores. El candidato que gana la elección mete a todos los miembros de su lista. El que pierde, en cambio, apenas garantiza una cuota pírrica y beneficia solo a unos cuantos, menos de la tercera parte del Cabildo.
Con todo y eso, esta es la parte en la que mejor puede cristalizarse la inclusión antes de ir a las urnas.
La segunda opción se materializa hasta después de los comicios y se fundamenta en la palabra del candidato, que una vez obtenido el triunfo se muestra dispuesto (a veces no) a cumplir los acuerdos pactados con quienes en el pasado cercano fueron su contraparte.
Esa es la ruta política que Armenta Mier puso sobre la mesa a sus compañeros de coalición con el fin de evitar fracturas que mermen su capacidad electoral y otorguen posibilidades de victoria a los partidos del frente opositor.
El punto complicado es que hacer eso, sumar a todos o a muchos de los perdedores de las contiendas internas, no resulta un escenario deseable para los eventuales ganadores, quienes saben que la gobernabilidad, pero sobre todo, la libertad para el ejercicio de gobierno, se pone en riesgo cuando las personas que trabajan junto a ti –no para ti– responden a intereses ajenos.
Repasemos el caso del municipio de Puebla, donde la mayoría de los trascendidos da como un hecho la postulación del empresario José Chedraui Budib.
¿Dónde metería Chedraui a los otros 16 aspirantes que, junto con él, llegaron a la fase final de la pugna?
¿Qué sitio les ve usted, amable lector, dentro de la administración municipal a Claudia Rivera, Elisa Molina, Alejandro Carvajal, Edhalí Moreno, Gabriel Biestro, Iván Herrera, José Luis Ambrosio, Leobardo Rodríguez, Julio Leopoldo de Lara, Alejandro Cruz, Pilar Portillo, Máximo Serdán, José Antonio López, Rodrigo Abdala, Nora Merino y Rafael Ramírez?
¿Quiénes le gustan para regidores y quiénes para secretarios?
Al margen de la debatible capacidad de varios de ellos, la cantidad por sí sola ya representa un problema.
Todos ellos serían suficientes para armar un ayuntamiento completo.
Entre la gerencia, secretarías, coordinaciones generales, tesorería y contraloría, el Ayuntamiento de Puebla tiene apenas 18 posiciones de primer nivel, sin contar la de alcalde.
Ese gobierno cuenta además con 23 regidurías, de las cuales solo 16 son para el partido o coalición ganadora. Las otras siete se reparten entre los perdedores de la elección constitucional.
Chedraui, en caso de que resulte candidato y luego pueda ganarle en las urnas al panista Mario Riestra Piña, del frente opositor, no podrá ni querrá sumar a todos esos que ahora mismo son sus rivales en Morena.
Si en Puebla no hay pastel para todos, ahora imagine usted en los ayuntamientos del interior del estado, donde hay menos rebanadas por repartir.
Muy compleja, la tarea encargada por el candidato a gobernador.