Por unanimidad, los 143 integrantes del Consejo Estatal (CE) de Morena votaron –este domingo– por entregarle a Alejandro Armenta Mier la constancia de candidato oficial a la gubernatura de Puebla. Sin embargo, en el CE de esta fuerza política se percibió un ambiente de miedo y zozobra en muchos de los consejeros que, pese a ser parte de una de las decisiones más importantes del actual proceso electoral, sienten que podrían acabar siendo relegados, olvidados y castigados por la 4T.
Nadie de los asistentes mostró dudas o falta de afinidad hacia el candidato Alejandro Armenta. Se siente que hay pleno convencimiento de que el todavía senador de la República ganó a pulso la nominación y que es la mejor carta que tiene Morena para competir por la titularidad del Poder Ejecutivo. No obstante, en la sesión del CE faltó entusiasmo, “ruido”, más alegría frente a la postulación de quien le podría dar el segundo gobierno estatal a la 4T.
Ese desánimo tuvo una parte muy significativa. Uno de los “invitados especiales” a la sesión del Consejo Estatal fue el empresario José Chedraui Budib, quien pese a todas las controversias que han existido en torno a sus aspiraciones políticas, ya camina firme y con rumbo a ser el próximo candidato a la alcaldía de Puebla por la 4T. Su presencia pasó inadvertida para el grueso de los consejeros morenistas; ni lo abuchearon ni le aplaudieron. Simplemente lo ignoraron.
Cualquiera diría que el ambiente de este domingo no es el de una fuerza política que camina en el primer lugar de las encuestas para ganar la Presidencia de la República y la gubernatura de Puebla, por segunda vez consecutiva en ambos casos, así como en la mayoría de los distritos locales y federales, junto con muchas alcaldías.
¿A qué se debe ese atípico desánimo? Para resumir la respuesta, se pueden enlistar tres factores latentes: mal trato de Morena a sus militantes y líderes, falta de información del partido y la llegada a la 4T de personajes no deseados.
Incluso en las conversaciones de pasillo de los conejeros morenistas que acudieron al encuentro del domingo se dejó escuchar una advertencia: “si me dejan fuera, no voy a operar en contra del partido, pero tampoco voy a trabajar a favor del partido”.
El desánimo, en unos, el enojo, en otros, se debe a que están cerca las fechas límites para definir candidatos y nadie sabe a ciencia cierta si los están tomando en cuenta.
No existe lo básico: en los distritos y municipios, el partido no fue capaz de informar a sus militantes quiénes están siendo tomados en cuenta para decidir quién va a ser el candidato a diputado o alcalde en cada demarcación.
Ni la forma en que se van a definir las suplencias en ambos cargos de elección popular.
En los lugares donde se ha optado por levantar encuestas para determinar el grado de popularidad y de intención del voto de los aspirantes a las postulaciones, no se sabe qué nombres fueron incluidos en los sondeos o quiénes quedaron fuera de las mediciones demoscópicas.
Incluso, en muchos lugares se ignora que las encuestas se levantaron dos veces, gracias a una intervención del excanciller Marcelo Ebrard Casaubon, quien perdió frente a Claudia Sheinbaum la candidatura presidencial del movimiento obradorista.
Como parte de la avenencia que hubo entre Ebrard y Sheinbaum, se acordó que todos los que fueron operadores electorales del primero serían medidos en las encuestas y si quedaban en primer lugar, serían considerados en el reparto de candidaturas. Por eso en el caso del estado de Puebla se repitieron algunos sondeos. Y resulta que casi nadie se enteró de ese doble levantamiento de la consulta a la población abierta.
A lo anterior se debe sumar el fuerte malestar que hay con la llegada de figuras del PRI a la 4T en Puebla.
Pero sobre todo lo que ha enojado es la actitud de los dirigentes del partido, que parecen más preocupados para justificar el arribo de priistas a Morena, y hacerles fácil el camino a las candidaturas que en buscar conciliar, dialogar, darles su lugar a los militantes y líderes regionales de la 4T.
Sin ir más lejos, la presidenta de Morena, Olga Lucía Romero Garci-Crespo, se destacó por dos aspectos esenciales en la sesión del Consejo Estatal del partido: primero porque todavía no se sabe el nombre del candidato a la gubernatura, a quien llamó “Alejandro Mier”, y porque una parte esencial de su discurso fue defender el ingreso de miembros del PRI al movimiento obradorista.
En la parte central de su intervención expuso: “Todos tienen derecho legítimo por alcanzar dignas representaciones populares que abanderan nuestro movimiento, jamás se cerrarán las puertas para quien de manera honesta quiera velar por los intereses del pueblo desde nuestra plataforma política”.
Cuando dijo estas palabras, un militante ubicado en la parte trasera del salón del Centro de Convenciones, se preguntó a gritos y con sarcasmo: “¿Entonces, de qué sirvió rompernos la madre por López Obrador por tantos años?”
Queda claro que la dirigente de Morena no entiende que quiere apagar el fugo echándole gasolina.