“La diputación panista tiene que ser ejemplo y guía para los mexicanos; tienen que mostrar cómo, desde la afirmación vigorosa y explícita de la propia identidad, es posible encontrar con otros mexicanos de diversa identidad caminos para que transitemos todos sin violencia, sin prepotencia, sin complicidades. No temamos al diálogo. Ninguna transición hacia la democracia plena se da sin él.”
Luis H. Álvarez
Recientemente, el tema de la seguridad ha tomado relevancia en la discusión política y gubernamental y, por ende, mediática, y es que las cosas no están bien para nadie, “partidizar” la inseguridad es tan poco provechoso como ignorarlo. Todos los niveles, y todos los poderes, así como todos los actores públicos, debemos estar dispuestos a sostener el “diálogo incómodo” sobre la inseguridad en nuestro país, de rehuir a hacerlo, estamos condenando a las y los ciudadanos a seguir padeciéndolo.
El diálogo debe partir del diagnóstico claro, transparente y sin sesgo, así como tomar en cuenta todas las variables que inciden en los lastimosos resultados que en todos lados padece la ciudadanía, sin maximizar, pero sin minimizar las realidades.
Además, este “dialogo incómodo” debe estar construido con base en las responsabilidades de cada orden de gobierno, por un lado y por el otro, en la necesaria coordinación horizontal, con autoridades similares y de forma vertical con los gobiernos federal y estatales. Es decir, la seguridad será posible si encontramos una autoridad federal abierta a la escucha y colaborativa, una autoridad estatal dispuesta a la coordinación y subsidiaria, y una municipal cercana y sensible. Todo ello, por supuesto, con inversión de recursos e intolerancia a la corrupción.
El diálogo debe incluir la voz de las y los policías, que deben ser capacitados y equipados correctamente, reconocidos por su buen desempeño, pero vigilados con exigentes estándares de calidad en el servicio a la ciudadanía.
Debe tomarse en cuenta a los poderes que constituyen el Estado, me refiero al Legislativo y Judicial, tanto en lo federal como en lo local, porque se su correcta actuación y su trabajo depende en mucho que los avances se sostengan y la actuación de las fuerzas del orden cuenten con un marco legal de actuación.
Porque ¿de qué sirve poner color a la inseguridad?, si en los recientes datos de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) realizada por el Inegi a nivel nacional, nos muestra cómo 59.1 % de la población de 18 años y más consideró inseguro vivir en su ciudad que se desagrega con un 64.8% de las mujeres y el 52.3% de hombres; siendo Fresnillo la ciudad en la que se percibe más inseguridad con 96.4%, solo hay que imaginar qué se siente estar viviendo con nuestras familias en donde se tiene una percepción de inseguridad de esa magnitud.
Pero el último punto –de los muchos que hay– para el análisis de la inseguridad que comparto tiene que ver con la actitud frente al problema de inseguridad, no una guerra de cifras, no una asociación de colores de partidos a la inseguridad, no ignorando los hechos, ni evadiendo responsabilidad. Requerimos una actitud constructiva, de escucha y coordinación para sostener esa conversación incómoda para poder revertir la lastimosa realidad que nos cuantifica la ENSU-2023, que muestra que el 32.9% de la población de 18 años y más, considera que en los próximos 12 meses la situación de la delincuencia e inseguridad en su ciudad seguirá igual de mal y todavía peor, el 23.4 % de la población refirió que la situación empeorará en 2024.
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