Si bien fue un acierto del gobernador Luis Miguel Barbosa Huerta acabar con el negocio de los 104 cuartos del llamado “pueblito” del Centro de Reinserción Social (Cereso) de Puebla, hoy la situación no es mejor, pues persiste el tráfico de drogas y bebidas alcohólicas, así como los abusos en el costo de los productos y artículos que vende la única tienda autorizada.
Quién autorizó la tienda, quiénes son sus dueños, cómo logró el permiso de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) del estado o la Dirección General de Ceresos para funcionar, se licitó mediante convocatoria pública o se adjudicó de manera directa, por qué no expide facturas ni notas, y qué instancia gubernamental regula los precios de las mercancías, frutas, legumbres y demás productos alimenticios que expende a los internos o sus visitas, son preguntas que ni los custodios atinan a responder.
En aras de la transparencia y la rendición de cuentas, sería importante que el secretario de Seguridad del estado, Daniel Iván Cruz Luna; el subsecretario de Centros Penitenciarios, Jorge Pérez Melchor, o la directora del Cereso de Puebla, también llamado penal de San Miguel, María del Rayo Mendoza Farfán, aclaren los propósitos de esta única tienda, su razón social, sus alcances y si es una empresa paraestatal o una concesión por tiempo determinado.
Mantener esta información que debería ser pública en la opacidad o en secreto, solo alienta las especulaciones de que se trata de un monopólico y millonario negocio, resultado del favoritismo, el tráfico de influencias o la corrupción.
Si el llamado pueblito dejaba cuando menos 3 millones de pesos de ganancias a la semana a quienes lo usufructuaban —reos peligrosos, custodios y directivos penitenciarios y secretarios de Seguridad—, imagínese lo que esta única tienda dejará de utilidades al día, si prácticamente vende de todo: verdura de toda variedad, carne de res y puerco, huevo, galletas Gamesa de todo tipo, refrescos de la compañía Coca-Cola, legumbres, arroz, harina, aceite de cocinas, dulces, cigarros y un largo a etcétera.
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