Esta frase puede hacer pensar que les platicaré sobre la ciudad Luz, la capital de Francia y la ciudad del amor y romanticismo.
No, ahora viajaremos a Marruecos, país africano que fue protagonista de grandes eventos y en donde se desarrolla la trama de la película Casablanca, producción cinematográfica de los años cuarenta del siglo pasado que termina precisamente con la frase de que al final siempre tendremos Paris.
Aunque Casablanca provocó el interés para conocer Marruecos, es Marraquech el destino que nos hará viajar al norte de Africa.
Desde los tejados planos de los pequeños hoteles del casco antiguo de Marraquech, se puede disfrutar la ciudad con las mezquitas, minaretes y palmeras que son parte de patios.
Marraquech es también conocida como “La Ciudad Roja” que viene del polvo rojizo que cubre la ciudad que llega del desierto que la rodea y que con sus jardines verdes hace de lugar un oasis.
Caminando podemos encontrar la plaza de Marraquech en donde acróbatas, músicos, bailarines, adivinos y escritores parecen que salidos de las “Mil y una noches”.
Es importante tener un guía para poder interpretar la ciudad y no perderse en el intento y lograr descubrir tiendas en los zocos, que es el laberinto de pequeños callejones cubiertos llenos de tiendas que venden artículos de cuero, plata, seda, ropa de algodón y lana, especies y demás cosas que la costumbre es regatear sin miedo, siendo algo común y casi obligatorio.
Marraquech es una antigua ciudad imperial, con algunas de las mayores construcciones del mundo islámico y que reflejan la gloria de un pasado importante. Fue fundada en 1062 por la dinastía almorávide, que dirigía un imperio desde Toledo hasta Senegal. I época más importante fue en la década de los 1100, cuando musulmanes llegaron desde España para edificar mezquitas y palacios.
Hay mucho más de Marruecos para seguir platicando la próxima semana, mientras imaginen viajar a los años cuarenta y disfruten de una buena película como Casablanca y dejar que pase el tiempo.
